lunes, 25 de octubre de 2010

Pedrouzo, 21 de Octubre

Salí de Palas de Rei sin ver absolutamente nada. Hay que ver lo que ha menguado el día desde que empecé a caminar el 26 de septiembre. La semana que viene cambia la hora y eso será un alivio. Cuando yo trabajaba con Roberto en las fresas, el cambio de hora era un vacilón. Normalmente en las empresas agrícolas no hay una hora fija de entrada sino que se va modificando poco a poco a medida que el día mengua o crece según el ciclo natural, pero los dos cambios de hora artificial eran un desbarajuste. Unos llegaban una hora antes al punto de recogida y se morían de frío esperando, otros llegaban una hora después y perdían el día. Roberto, con su socarronería y su asshento palmero les desshia: "Dejen un reloj como misshmo y esshe es el reloj de las fresshas".

Nada más empezar a caminar, vuelve a empezar la sucesión de pequeñas aldeas, preciosos prados y bosques de robles y castaños. A estas alturas, ya se ve también algún eucalipto. Los mordisqueo, no en balde hubo un tiempo en que me llamaban el koala por mi nariz (eso fue antes de que llegara el que iba a hacer un corral). A primera hora de la mañana, se oyen las vacas desesperadas, mugiendo y el run run de las ordeñadoras. Ya se que me repito, pero yo flipo con las vacas. Cuando yo era chico, había muchas cuadras en Güímar, la mayoría de la gente rica que las necesitaba para el estiércol de la platanera. El estiércol en Tenerife tiene otro matiz porque la cama es pinocho, pero aqui también me gusta mucho a mi el olor a mierda de vaca. Solo en el casco de Güímar estaban la cuadra de don Ignacio, en el aparcamiento trasero del Casino, la de don Julio, en el hotel rural Santo Domingo, la de los Marrero, donde hoy está ValleCanarias, el Santander y todo eso, la de don Polo Castro en su casa, la de doña Ernestina Rivero, al lado de casa, la de los Campos en Las Vistas...un montón. Le tengo que preguntar a Carmita donde estaba la de los Pérez, porque seguro que tenían. La gente más "normal" también tenían alguna vaquita: Ángel Sanabria, Nicolás Barrera, los padres de Pedro Alberto.... Yo estaba a veces en la escuela de San Pedro Abajo y bajaba la yunta de los Marrero a arar a Juan Fú con su boyero. Igualito que ahora.

Saliendo de Palas se va uno encontrando San Xulián, Pontecampaña, Casanova (donde vendían frambuesas), Leboreiro (que tiene una iglesia muy importante, Santa María de Leboreiro donde me pegué como media hora hablando con Loli Bethencourt por teléfono), Furelos, que tiene un puente precioso y Melide. Melide es una gran ciudad, bueno, mayor que Güímar. Ahi se suele quedar mucha gente, pero yo hice un desayunito y tiré palante. Vienen  luego Boente, Castañeda, Ribadisa de Abajo, Arzúa, que tambien es muy grande, Salceda, Santa Irene, Rúa y por fin, Pedrouzo, que es donde me quiero yo quedar. En esta parte, el Camino es bastante desesperante. No parece que vayas a llegar nunca a ningún lugar, son subidas y bajadas interminables, no demasiado duras, pero al no haber ningún hito importante por el camino al final del día no recuerdas muy bien lo que has caminado. Además, la traza del Camino no es como en las comunidades anteriores, que parece que está igual desde que vino Almanzor, sino que a veces da rodeos inmensos para salvar un prado o una finca determinada. Es una quemada.

En el albergue de Pedrouzo, al hacer mi inscripción tenía delante a un grupo de jerezanos muy enfadados con las hospitalera. Se habían duchado en unas duchas sin distinción de sexos, pero además..¡sin puertas en la ducha!. Le dijeron a la hospitalera que tuviera en cuenta que en el Camino estaba Dios, ¡pero también el diablo! Ella, en este caso la gallega mucho más graciosa que los andaluces les dijo que si iban todo el Camino rezando y ellos respondieron "que si, que rezaban el Rosario, el Angelus, Vísperas, Completas". Estaban enfadados de verdad. La hospitalera era un punto. Se llama Obdulia.

Yo llegué tan fundido este día que prácticamente no cené. Me compré un batido y unas galletas en un supermercado y me tiré para la cama. Comiendome las galletas en las mesitas que, muy apropiadamente había puesto la dueña del Supermercado Claudio (por si ustedes pasan por Pedrouzo) vi una escena como de película. Una mujer esperaba al lado de un coche, vino otra y hablaron en voz baja. La primera hizo como por llorar y se puso de espaldas a la que había traído la noticia. Hacía ese gesto de mirar para arriba para evitar que la vieran llorar. La que había llegado en segundo lugar, que era también más joven entró al supermercado a comprar kleenex. Luego se fueron las dos a una tienda de informática. Esas cosas me hacen pensar en que somos como bolas de billar en una mesa. A veces pasamos una cerca de la otra y ves esas escenas, que son como un contacto fugaz entre sus vidas y mi vida. Me quedé un rato fantaseando qué era lo que había pasado.

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