martes, 26 de octubre de 2010

Cee, 24 de Octubre

Hoy ha sido un día terrible. De verdad. Yo salí tan contento de Vilacerio, con ese subidón que me da a mi por las mañanas, incluso cuando voy a currar. Me desayuné en el mismo bar donde la noche anterior comí ante todo el machurringuerío de la localidad, pero ahora más discretamente. Avancé de nuevo por el campo, medio acojonado porque hoy fue día de cacería y los tiros sonaban por todas partes. ¡Mira que si después de tanto trotar por esta peninsula acabo fusilado por un cazador...! Me paré a hablar con uno y me dijo que en esta zona solo hay caza menor: conejos y liebres, pero en el bar anoche decía que por encargo, "Merros Style", hacían comidas de jabalíes, venados y todos esos avechuchos que hay por estos matorrales. Desde Vilacerio llegué primero a Cornado, luego a Maroñas, Bon Xesús, Gueima y Vilar de Castro. Más o menos a la mitad empezó a llover que daba miedo. Al principio solo me puse mi gorrita del bar Chinguaro que me ha acompañado en el frío y en el calor, en la salud y en la enfermedad (¡gracias Lali!), pero tuve que sacar el impermeable que providencialmente me dejaron Paula y Jesús cuando regresaron a Murcia. El agua me bajaba clarita. No vi prácticamente a nadie por el camino y empecé a embajonarme. En Maroñas está la iglesia de Santa Mariña (Marina) que fue una santa gallega muy buena ella, que ahora desde los cielos ayuda a "empreñar" a las vacas. Lo dice sin ningún rubor el cartel del Concello al lado del camino y además justifica en eso el hecho de que la comarca tenga una de las cabañas ganaderas más importantes de Galicia. Por aqui, las vacas son frisonas, de producción de leche. Más o menos en este punto me llaman de Güímar para contarme la muerte de Ángel Bermúdez y lo siento de corazón. Sabía de su enfermedad, pero no que hubiera empeorado hasta ese punto. Me pregunto que irá a pasar con sus magníficas colecciones de antiguedades y de arte. Espero que entre sus familiares o amigos haya alguien que mantenga unidas y en buen estado todas esas piezas.

Por todos lados hay camelias como aguacateros. Las camelias, como los rododendros, las azaleas, las hortensias y sobre todo para los güimareros, las magnolias, son plantas muy dificiles de cultivar en Tenerife porque odian la cal, pero aqui están tan a gusto que se dan hasta el nivel del mar.

Detrás de Vilar de Castro, creí ver el mar entre la niebla, pero en realidad era un enorme lago que le da nombre a la siguiente población: Lago. Luego, siempre lloviendo, vienen Porteliñas, Abeleiroas, Corzón, Ponteoliveira y Oliveiroa. A partir de Oliveiroa incluso me asusté un poco porque la zona estaba toda despoblada, hacía viento y no dejaba de llover. Prácticamente no vi nada. En el siguiente pueblo, Hospital, el camino se bifurca en dos: uno va hacia Fisterra y otro hacia Muxia. Hay gente que va a un sitio y hay gente que va a otro. Yo voy a Fisterra y tiro por la izquierda. Me llamó mi madre desde Icod que está con los cargadores de San Pedro. Me preguntó que como estaba el tiempo y yo le dije: "Caen unas chispitas". Unos veinte minutos más tarde, los dos móviles perecieron ahogados en el bolsillo del impermeable.

Hubo un momento que casi le digo a unos cazadores que me llevaran en el coche porque estaba harto. Pero en ese momento si que vi, desde allá arriba el mar brillando y se me quitó todo. No era el mar como en Tenerife, sino unas rías tan bonitas, con ese entra y sale de la tierra y el mar. En una hora o asi llegué a Cee, ese pueblo con ese nombre tan raro. Tenía una peste a mendigo que ni les cuento. Cuando uno está sucio y seco escapa, pero si te mojas, hueles como a perro abandonado. Además estaba muerto de hambre.

Al lado de tantas aldeas pequeñitas, Cee es como Playa de las Américas. Está en el lado sur de la ría y enfrente, al otro lado está Corcubión, que lo nombran tanto por los alijos de droga. Todo está rodeado de pinos que llegan hasta el mar en esta estampa tan clásica de Galicia. Las casas no son de piedra, sino que en su mayoría son blancas, con bonitas galerías acristaladas hacia la fachada y después de tanta aldea, tanto bosque y tanta vaca, resulta un sitio agradable para estar.

Encontré un bar que con un plato combinado le hace la competencia al bocadillo de ochocientos gramos del bar de Ignacio: lomo, bacon, papas fritas, ensaladilla, huevos fritos y queso. Me quedé hasta el cogote de comer y luego fui a buscar el refugio de peregrinos. No es exactamente un albergue, es un sótano en un edificio municipal donde hay camas y duchas. Hice un estalaje de cosas mojadas por el suelo y me dormí. Al rato llegaron dos señoras en parecidas circunstancias que también ocuparon otra cama. Al preguntarme que de dónde era y contestarle que de Tenerife, me dijeron "¡Ah, nosotras conocimos aun chico de Tenerife, tan majo!". Yo le hacía caso un poco por educación porque los penínsulares creen que nosotros somos tres en la isla y sin embargo, ¡era Víctor Ezquerro! jaja, que, claro que lo conocía. Esther y Teresa me dieron una piedrita que habían cogido en el Camino sin un fin concreto y aqui la llevo para el bueno de Víctor.

Como en la cama estuve pensando en que "se acaban mis pequeñas vacaciones" como decía Rafaella Carrá, incluyo aqui el vídeo porque además llevo días muy poco petardo yo. Por supuesto, Rafa no se refería a mi con lo de "el mejor de toda Santa Fé"

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