viernes, 15 de octubre de 2010

Frómista, 9 de Octubre.

Salí de Hontanas oyendo a los zorros ladrando valle abajo. Delante de mi van Los Catalanes, que tienen una linterna que parece el faro de Maspalomas. El Camino por aqui no sale del valle donde está Hontanas, sino que avanza en la dirección del pequeño arroyo que va por el fondo. De vez en cuando caen chispas, pero sigue sin llover. Unos kilómetros más alla hay una cosa que es de los hitos más famosos del Camino de Santiago: las ruinas del monasterio de San Antón. Se trata de un convento gótico, que ya no existe. Delante de lo que fue la iglesia, hubo un tremendo arco por donde pasaba el Camino. Los peregrinos que llegaban aqui cuando el convento ya estaba cerrado, podían dormir bajo este arco e incluso en la pared de la derecha, hay unos nichos donde los frailes antonianos dejaban pan y vino para ellos. La carretera actual cruza bajo el arco y es impresionante. Los frailes antonianos se hicieron famosos porque curaban el "Mal de San Antón", una enfermedad cutánea que traía a la gente de cabeza. En realidad, era una reacción a un hongo que vive sobre el centeno, el cornezuelo y que atacaba especialmente a los lugares donde el pan era solo de centeno. El ergotismo, que asi se llama la cosa, curaba parcialmente cuando comenzaban a comer en España el pan de trigo o de cebada que le daban los frailes. Este rollo del ergotismo, sin escenario, yo lo aprendí con Ángeles Mata en COU. Ángeles era tremenda. Nos daba la Biología con un nivel altísimo y la gente se cagaba por las patas si te tocaba ella. Sin embargo, a mi me encantó como profesora y todavía hoy me echo mis grandes paliques con ella. Hace en Güímar una cosa más que notable: con un dinero que heredó de su padre creó en su honor la "Olimpiada Cultural Eloy Mata" entre los alumnos de segundo de Bachiller. No es muy frecuente que alguien haga esto. El próximo dieciséis de octubre se celebrará por tercera vez y siento no estar alli para echar una mano porque el Ayuntamiento colabora en la cosa.

Pasado el Arco de los Antonianos se llega a Castrojeriz que fue en el pasado una ciudad muy importante. Tiene castillo, varios conventos, dis iglesias parroquiales y sobre todo, la Colegiata de Santa María del Manzano una advocación a la que Alfonso X El Sabio dedicó varios poemas. Podría hablar de mi colegio, que se llama como este rey, pero como ya hablé de Ángeles, lo vamos a dejar para otro día.

Al salir de Castrojeriz ya llueve sin mosca. Hay una mujer recogiendo caracoles. En Pamplona también vi gente recogiendo endrinas, para hacer el pacharán. Como llueve tanto, saco de la mochila mi aún no estrenado chubasquero (que también me prestó mi prima Rosi Ramos). Con mi chubasquero amarillo, mis pantalones de lycra por la rodilla, mi mochila, el cinto de la mochila marcando cinturita sobre el chubasquero y las botas llenas de barro tengo una pinta genial.

La gente de Castrojeriz está sacando de sus casas unas planchas metálicas, como las que usamos en Güímar para regar, pero que aqui se ponen delante de las puertas para que la nieve no se pegue a ellas. El chubasco de hoy debe ser el pistoletazo de salida del invierno. Yo veo las planchas y me cago todo de pensar como será estar aqui dentro de un mes. Al final de Castrojeriz hay una cuesta tremenda que se llama Mostelares. Ahi me adelanta La Australiana.

Detrás de la cuesta de Mostelares empiezan a aparecer algunos regadíos, sobre todo de remolacha y finalmente llegué al río Pisuerga que divide la provincia de Burgos de la de Palencia y en la que me pongo solo con cruzar el Puente Fitero. Seguí caminando y después de unas subidas interminables y una bajada bajo la lluvia, tronando y con viento, llegué a Boadilla del Camino, un pueblo muy bonito, pero que me tiene que perdonar, que no vi ni su rollo jurisdiccional gótico porque ahi el agua me estaba ya llegando al calzoncillo. En medio de la lluvia, apareció Gonzalo El Asturiano y seguimos juntos. Esta flipado con La Australiana. Después de Boadilla llegué a una de las cosas más impresionantes que he visto en este viaje: el Canal de Castilla, una obra de la Ilustración con la que se pretendía hacer llegar barcos con el grano del interior a los puertos cantábricos. Es aunténticamente impresionante tanto leyendo su historia como viendo el mapa de la enorme cantidad de kilómetros que se construyeron, como viéndolo en realidad ya que todavía funciona aunque como conducción de agua. Al llegar a la ciudad donde iba a dormir: Frómista, hay unas esclusas enormes en las que las barcazas podían salvar la diferencia de cota. Después de más de dos horas bajo la lluvia, caminando con Gonzalo al lado del Canal, llegué a Frómista. La ciudad tiene mucho que ver, pero es imposible hacerlo porque todo, mi ropa, mis botas, el contenido de la mochila...está mojado. El albergue es bastante malillo para joderla más.

Por el camino, Gonzalo me contó un cuento buenísimo. En los albergues, la gente comparte la lavadora y la secadora porque lavar uno solo es un desperdicio. Antes de salir, y por miedo a que se rozara, su mujer y sus hijas le compraron "unas bragues" sin costuras. Yo pensé que era una forma de hablar, pero no. Eran bragas auténticas. Dos negras y dos color carne, para ser más exactos. El hombre no tiene nada de afeminado, pero se ponía sus bragas tan contento porque asi no se rozaba. En el albergue de Logroño, conocimos a Alejandra, una argentina muy guapa que hacía el camino en bicicleta. Lavaron juntos Alejandra, Gustavo, Gonzalo El Asturiano y Julián, el Panadero de Cáceres. Después del lavado, se perdieron dos bragas de Gonzalo. Me contó muy serio que él creía que las había robado Julián creyendo que eran de Alejandra,  "¡¡¡porque es fetichiste!!!"

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