jueves, 15 de noviembre de 2012

9 de octubre. Mérida-Alcuéscar

Como siempre que me quedo en un albergue con mucha gente, madrugo mucho para salir de Mérida. La gente se revuelve inquieta en sus sacos de dormir, abren y cierran miles de cremalleras, doblan cosas, entran, salen, encienden linternas...y uno acaba por, desquiciado, lanzarse al camino aunque sea de noche. Por suerte, la noche antes había estudiado la salida de la ciudad. Muchas veces es más frecuente perderse saliendo de una ciudad que caminando a oscuras por un bosque.

Sin salir de la ciudad de Mérida, me tropiezo con el fantástico acueducto de los Milagros con tanta "suerte" que una urgencia intestinal me obliga a una parada que, en cuclillas,  permite la observación detallada del monumento. El  planeamiento tan detallado de la construcción de esta ciudad, hace más de dos mil años, me sigue dejando impresionado.

La salida de Mérida por la Vía de la Plata tiene en sus primeros kilómetros restos de tumbas romanas. Los pobres romanos creían que si la gente recordaba tu nombre, no te morías del todo y por eso colocaban sus tumbas, en todos los modelos, a ambos lados de las carreteras principales, de manera que los que circulaban leyeran las incripciones funerarias y de alguna manera, se perpetuara su recuerdo. Entre las tumbas encuentro también una urbanización moderna donde, ¡por fin! hay una cafetería estupenda que me permite no caminar sin desayunar como Dios manda. Poco a poco la ciudad va desapareciendo y después de un error que me hace caminar un kilómetro totalmente por gusto, me encuentro en el campo. Por si fuera poco, a unos seis kilómetros de Mérida me encuentro un monumento romano más, igual de impresionante que todo lo que vi ayer. A esta distancia, aquella gente construyó una enorme presa para recoger parte del agua que la ciudad necesitaba. La presa ahora recibe el nombre cursi de Embalse de Proserpina, que no es el original. Sigue funcionando y de hecho, tiene un buen nivel de agua incluso ahora, al final del verano. Ya no se usa para agua de consumo, sino que es un área recreativa, con playas, botes para navegar y pesca. Me quedo rato embelesado al sol viendo la maravilla de este embalse, sus conducciones subterráneas que conducían a la ciudad, las torres por donde se accedía a las válvulas de apertura y cierre y todas esas virguerías.

Desde la presa, el camino va ascendiendo y se mete en una dehesa aunque un poco más árida que las que he visto hasta ahora. Un poco después, se llega a Carrascalejo que es un pueblo pequeño que casi no tiene ni donde coger agua. Por el camino, adelanto y me adelantan y vuelvo a adelantar y me adelantan ellos a mi, a dos amigos sevillanos que van haciendo el camino desde su ciudad. Van diciendo algo de los minipuntos. Bastante más allá de Carrascalejo se llega a Aljucén. En Aljucén si que hay donde parar y tomar algo. Me tomo unas CocaColas y hablo con los viejos del bar que me dicen que hace un rato paró en el mismo un matrimonio de Tenerife, pero que van en coche. Los viejos de los bares no dicen ni pio hasta que lo miran a uno de arriba a abajo y hacen un análisis detallado. En realidad, están fritos por ponerse a alegar con alguien. En Aljucén hay un albergue con baños termales y me entero que la guiri vegetariana que conocí en Torremejía está metida en las termas con su hermana. Como no las vi en Mérida y no me adelantaron por el camino, está claro que la mentirosa esta, que el día en que nos conocimos me dijo que había hecho cuarenta kilómetros, se está moviendo en guagua o lo que es peor, en taxi. Vaya mentirosa.

Al llegar a Aljucén, no se porqué, yo me había hecho a la idea de que estaba acabando. ¡Fósforos! Tuve que caminar aún durante horas por un monte cerrado, que además es un espacio natural protegido. Al principio se avanza por la vega del río Aljucén, hay ganado y álamos en la orilla, pero al momento se convierte en un senderito serpenteante y casi siempre en cuesta arriba. Hace tanto calor que me pongo a caminar sin camiseta. Hay vacas y cochinos sueltos por todos lados. El camino va siempre en medio de pares de mojones que marcan lo que se llama el Cordel del Gato o también el Cordel de Mérida que es el camino por el que pueden pasar los ganados en su movimiento anual desde Castilla hasta Extremadura. Aunque ahora eso ya casi no se hace, el derecho a circular por aqui, que les dió Alfonso X El Sabio a los pastores transhumantes, se sigue respetando. Hasta en los sitios más perdidos, en medio de estas montañas y montes, sigue habiendo restos de los romanos, pequeños puentes, piedras miliarias o restos de la vía.

Se me secó la risa subiendo y subiendo en busca de Alcúescar, que no aparecía. Yo miraba al GPS del androide a ver si me consolaba, pero la verdad es que la distancia es enorme. Gasté el agua y no tenía nada que comer, pero es que tampoco encontré ningún pueblo ni a otro peregrino. En un punto que no está especialmente señalado, salí de la provincia de Badajoz y entré en la de Cáceres. En el último pueblo en donde descansé, los del bar me aconsejaron que no durmiera en Alcuéscar, sino en un albergue privado que me evitaba dar un rodeo. Me dieron hasta una octavilla donde se explicaba que ir a Alcuéscar era "caminar por gusto". Yo pensé que realmente, por gusto, por gusto...lo que se dice por gusto, estaba yo haciendo todo el camino, así que decidí ir por el pueblo aunque representara dar un rodeo. Siempre será mejor dormir en un pueblo-pueblo que en un albergue en medio de la nada. Además, necesito buscar un cajero automático.

Una vez más, me equivoqué y seguí de largo en una desviación, así que tuve que retroceder. Alcúescar apenas se ve. Está en el costado de una montaña apartado del Camino. Cuando llegué estaba más muerto que vivo. El albergue de Alcúescar no es un albergue normal. Es un hospital de los Esclavos de María y de los Pobres donde viven personas mayores sin recursos, discapacitados sin familia y casos asi. Aunque uno a primera vista se embajona un poco, la cosa me dio mucho que pensar. Llegué a la conclusión de que me venía bien un poco de realidad después de tanto embutido ibérico, tanto hostal bien escogido y tanto turismo. Si uno se queda en uno de estos albergues, se tiene que adaptar a sus horarios, por educación debe comer con los demás peregrinos en el mismo albergue y oir misa. El alberguero, que se llama Angel, es una  persona que está aqui de manera voluntaria durante un mes, atendiendo a los peregrinos y limpiando la parte del edificio destinado a ellos, ¡sin recibir nada a cambio! Sabe un montón del Camino, no solo de la Vía de la Plata, sino también de los otros Caminos de Santiago. Él piensa que el espíritu de los peregrinos está desapareciendo y que lo que hay cada vez más, son turistas. Está convencido de que eso acabará con los albergues y otras muchas cosas maravillosas con que nos encontramos al caminar. Después de la ducha me voy a misa con unos cuantos viejitos y tres peregrinos más (entre los que está Pete, el holandés). Nos habían advertido de que el pueblo estaba en fiestas y de hecho, se oía la megafonía en una especie de concurso alli cerca. La homilía estuvo trufada de esos temas de los quioscos de San Pedro como "quiero rayos de sol, tumbado en la arena" o "ella quiere un pedazo, yo le digo que no, que no, que no, que se la doy entera". Una experiencia nueva para mi que disfruto de las dos partes. Me bendicen ¡por primera vez en el camino! En el Camino Francés, hace dos años, recibía esa bendición tan bonita de los peregrinos, que dice "Oh Dios, que  que sacaste a tu siervo Abraham de la ciudad de Ur de los caldeos", casi a diario y en todas sus formas. La cena fue muy sencillita tirando a pobre. Uno de los platos es lo que quedo ayer de una comida de la fiesta, pero es lo que comieron también todos los residentes en este centro. Despues de una vuelta por las calles más proximas al albergue me voy a la cama. Las atracciones de la fiesta son idénticas a las que hubiera habido en Tenerife: aqui están las paponas, Bob Esponja y Patricio lanzándose miradas de amor, una especie de chochona y toda esa metralla.

Dormí como un tronco a pesar de que por el patio interior al que daba mi habitación (por suerte, individual) no dejaron de oirse en toda la noche, las campanas del hospital llamando a todas las oraciones habidas y por haber.

martes, 6 de noviembre de 2012

8 de Octubre: Torremejía-Mérida

El trayecto de hoy es corto, solo unos dieciséis kilómetros para llegar a tiempo de ver la ciudad que es la joya de este viaje: Mérida.

La salida de Torremejía fue casi una escapada para no caminar de nuevo con Pete . Había desayuno en el estupendo albergue de Torremejía y eso siempre hace que uno se lance al camino con mejor humor. La primera mitad del camino de hoy, se hace casi al lado de una carretera, la N 630 y no es extraño. Tanto en este camino como en el Camino Francés, hace dos años, muchos trayectos se hacen sobre la carretera porque son realmente el sustituto del antiguo trayecto y siguen su trazado. A mitad del camino, unas necesidades fisiológicas me hacen parar bajo unos eucaliptos. Mis intestinos no se han querido sincronizar este año con los horarios de albergue y allá que me voy yo por los campos de España, dando lo mejor de mi.

Conforme uno avanza, se incorporan desde la izquierda y la derecha otras carreteras y también la vía de ferrocarril. Mérida es y fue siempre un punto donde todos los caminos se encontraban y se nota. Tras rebasar unas obras molestas que han desplazado el camino en gran parte y por unos campos de viñas y olivos, me vuelve a pillar Pete  y entramos juntos en la ciudad de Mérida.

La ciudad de Mérida la mandó a fundar el emperador Octavio Augusto, veinticinco años antes de que naciera Cristo. Una vez que tenía toda la península controlada, se desmovilizaron a los veteranos y para ellos se creó esta ciudad con todas las comodidades que el imperio podía proporcionar. Emérita Augusta no fue solo una ciudad hispana más sino que fue la capital de una de las partes en que se dividió la península, la Lusitania. Me parece increíble que justo hagamos entrada en la ciudad por el antiguo puente romano que tiene ya dos mil años viendo pasar las aguas del río Guadiana bajo sus arcos. El puente es gigantesco, tiene sesenta arcos y mide más de setecientos metros. Todas las orillas del río están ajardinadas, con árboles y praderas. En poco tiempo se llega al albergue, que es un antiguo molino y está a la orilla del río. Somos los primeros en llegar y nos hacemos la ilusión (ficticia) de que no habrá mucha gente durmiendo esta noche en Mérida. Tras la ducha, me lanzo cuando aún no es mediodía a ver la ciudad. No se como describir Mérida. A mi se me desencajó la boca. Aunque los edificios contemporáneos no están especialmente cuidados, es tanto, tanto el patrimonio romano que hay por todos lados que uno se va sintiendo abrumado. Lo primero que vi (sin contar con el puente) fueron unas pequeñas termas y casi no acabo de verlas, sin saber la monstruosidad que me quedaba por conocer. Todo el casco está salpicado con restos de lo que fueron termas, los dos foros de la ciudad, templos enormes y sobre todo, en su parte más alta, el anfiteatro, el circo y el teatro. Delante del teatro hay que sentarse para asimilar que ese edificio impresionante, que aún hoy en verano sirve para representaciones muy famosas, lleva de pie más de dos mil años. Realmente estos edificios magníficos estuvieron parcialmente entullados hasta el siglo XX que es cuando de verdad se organizan las primeras excavaciones. Además, aunque no lo vi esa tarde, la ciudad tiene otros puentes menores, al menos dos acueductos, Disfruté enormemente en Mérida yo solito viendo todo eso. También en la parte alta está el Museo Nacional de Arte Romano, pero como es lunes está cerrado. Un buen motivo para volver pronto a Mérida. Hay muchos edificios que están construídos sobre columnas, como un palafito, porque por debajo de ellos hay restos de casas, de calles u otras construcciones romanas.






Ya casi en la hora de cerrar me da tiempo de ver la iglesia de Santa Eulalia. Santa Eulalia fue una niña mártir que como todas las mártires pasó más que el forro de un catre. Lo extraordinario de su iglesia es que está construída sobre una casa romana, quizá la propia casa donde vivió la santa y que con el paso de los siglos, se fue sacralizando pasando por ser primero un cementerio y luego distintas iglesias. En una excavación relativamente reciente, se puso de manifiesto la casa, ¡que está bajo el suelo de la iglesia! y donde pueden verse las distintas partes de la misma, enterramientos, pozos, aljibes y todo mezclado. Es sencillamente alucinante. La ciudad al ponerse el sol está muy animada, sobre todo la zona del río. Hay mucha gente haciendo ejercicio en las riberas y en alguna isla que está en medio del cauce. Vuelan por todos lados los murciélagos mientas los patos y ocas se van enroscando entre los matorrales.

En Mérida aprovecho para comprar camisetas de esas que se secan rápido, algún calcetín y calzoncillo porque creo que he perdido alguno por esos mundos de Dios. También, como te digo una cosa te digo la otra, Mérida tiene probablemente los sourvenirs más casposos que yo haya visto: cualquier cosa mínimamente relacionada con los romanos y especialmente si es dorado, se vende aqui para llevarselo uno de recuerdo. Ya de noche y cansado de ver tanta maravilla, me voy al albergue que ¡horror! está tan lleno que hay gente durmiendo en el suelo.

Me duermo rápidamente pensando que solo por ver Mérida, valió la pena venir a este viaje. 

lunes, 15 de octubre de 2012

7 de octubre. Villafranca de Los Barros-Torremejía

Antes de salir de Villafranca busco por todos lados un sitio donde desayunar. Es increíble los pocos sitios que están abiertos antes de las ocho. Al final, hoy si encuentro, en un bar que parece una biblioteca porque cada feligrés está atento a su periódico y apenas saluda al entrar. Con un cafecito en el cuerpo, se lanza uno al camino con más entusiasmo. A la salida de Villafranca, me apaña Pete pero no tengo yo el cuerpo para peos y esfuerzos en hablar inglés, asi que me invento excusas para quedarme atrás.

En este trayecto, la Vía de la Plata es una raya prácticamente recta con un único paisaje durante más de veintisiete kilómetros: viñas y viñas y más viñas. Es como el mar, como además no hay prácticamente relieve, hasta donde da la vista solo se ven millones de cepas que ya están vendimiadas y que empiezan a cambiar de color.

A ratos, aparece alguna pequeña finca de olivos. Hoy, será porque es fiesta, hay mucha gente cogiendo aceitunas. Me explican luego, por la noche en Torremejía que se cogen las aceitunas de dos veces. Esto que están cogiendo ahora es el "verdeo" que se tiene que hacer a mano y por eso es más costoso. Luego se coge el resto, con máquinas cuando ya la aceituna está negra. Se ven por todos lados pick-ups con sus escaleras que tienen entre las patas una tela mosquitera para las aceitunas que caen al suelo y en muchos casos, remolques para cargar las olivas. Casi todos los que recogen son extranjeros.

Por el camino me adelanta un grupo de siete que van como ciscos. No llevan mochila y eso influye. Es divertido observar el ritmito de la gente cuando camina. Los hay apurados, que juntan un paso con otro y hasta arrastran un poquito la patita de tan acelerados. Hay otros que resoplan y apoyan el peso en un pie, antes de pasar al otro. Yo también tengo mi estilito. Apachorrado, por supuesto. En el grupo de los apurados va una canaria. Solo de paso se reconoce su acento. Luego me dijo que era gomera. Ellos están haciendo la Vía de la Plata por tramos. CAda año caminan una semana.

Es muy aburrido este tramo. De lejos se ve Almendralejo, que es una ciudad grande aunque sin mucho interés. No lo he dicho aún, pero el nombre de Vía de la Plata no tiene absolutamente nada que ver con la plata. El camino lo hicieron los romanos para unir Sevilla y Astorga y para ellos fue la unión de sus calzadas XXIII y XXIV. Cuando siglos después la península fue árabe, éstos le dieron el nombre de Al B'lata que en su idioma quería decir simplemente "El Camino". Después de que los reyes del norte desplazaran a los musulmanes, se prudujo la confusión entre las palabras quedando para siempre el nombre vinculado al del metal con el que no tiene nada que ver.

La llegada a Torremejía es bastante decepcionante. La ciudad es ínfima y además bastante fea. Por otra parte, Pete me está esperando a las puertas de Torremejía comiendose una manzana y yo estoy cansado y no me apetece hablar inglés. En las afueras de Torremejía hay una cooperativa en donde hay un montón de gente pesando en una báscula, como la que había en el Fielato, las aceitunas que han cogido hoy. De paso por la carretera que cruza el pueblo, hay un montón de bares horribles. Sin embargo, de uno, nos dan un grito para que no vayamos al albergue Roja Plata, que es donde decía el Pete que debíamos quedarnos. ¡Gracias a Dios! El otro albergue es un antiguo palacio de la familia Mexía, precioso y muy bien  restaurado, con mobiliario e iluminación moderna, el más bonito que he visto hasta ahora. Además, los albergues públicos siempre son más baratos y suelen incluir el desayuno.  El hospitalero es gilipollas, eso si. Cuando me siento delante de él para pagarle y que me selle la credencial, la silla que es de ruedas , se resbala y me caigo de culo al suelo con mochila y todo. Sin hacer ni el más mínimo gesto para ayudarme, me dice que ya se han caído un montón de personas. YO le digo si no será hora de irle quitando las rueditas a al jodida silla.

El palacio, que es barroco está pegado a una iglesia, que fue la capilla de los Mexía y hoy es la parroquia del pueblo. En la pared del palacio, empotrados como por chulería, los constructores pusieron unos bustos romanos. Es domingo y una vez que uno se ducha y lava la ropa del día, hay poco que hacer en Torremejía. En realidad, se aburre uno un poco en Torremejía. El holandés no para de hablar y a mi no me apetece hablar en inglés. Por suerte, llega una tercera peregrina, que es danesa y se enrollan a hablar. Al final, nos vamos los tres a cenar. Yo pongo el piloto automático y les digo que si a todo. Una de las veces, hablando de lo mal que se duerme cuando uno está tan cansado, ella me preguntó si usaba pastillas para dormir y yo, creyendo que me preguntaba si traía esterilla para debajo del saco le dije que no, "que la había cargado todo el CAmino Francés para no usarla y que por eso esta vez no la había traído". Ella se quedó como pensando en cuanto pesaban las pastillas para dormir en España.



Lo más divertido es que en el interior del bar jugaban un partido el REal Madrid y el Barcelona. En un bar estaban los aficionados al Madrid y en el de enfrente, los del otro equipo. Era divertidísimo. Me hubiera gustado que me gustara el fútbol para meterme alli a gritar. Intenté hacerles una foto, pero me pareció que me iban a ver y no les haría gracia. La guiri solo cenó ensalada y nosotros comimos secreto ibérico. Cuando ya habíamos cenado, vino en guagua desde Sevilla la hermana de la guiri, que es igual de flaca y de "saboría" que la que ya teníamos aqui.

6 de octubre. Zafra-Villafranca de los Barros

Desde tempranito se levantaron los ciclistas que dormían en el albergue de la Puebla de Sancho Pérez y con el ruido, yo con ellos. El albergue, que definitivamente esta estupendo, incluye desayuno.

Salgo el primero del albergue después de despedirme de Noelia, la hospitalera y de los ciclistas. Debo caminar hacia atrás como un kilómetro hasta encontrar realmente la Vía de la Plata, en el punto en que la dejé ayer para ir al albergue. Voy tan contento que voy silbando. Huele a estiércol y a tierra. La contentura se me va quitando cuando me doy cuenta de que una vez en la Vía de la Plata, ésta me lleva derechito de nuevo a la puerta del albergue. Rogando que no salgan los ciclistas en ese momento, me escabullo hacia la Puebla de Sancho Pérez, donde no hay ni un alma en la calle.

En todo este viaje, echo de menos el cafecito una vez que empiezo a caminar, que era tan fácil de encontrar en el Camino Francés y aquí, por lo visto, totalmente imposible. En cosa de una hora, estoy en Zafra, a donde vine ayer en taxi a la Feria de Ganadería. Después de unas vueltas de despiste por la ciudad, encuentro el camino correcto, que sale de la ciudad por una antigua torre, la de San Francisco, que es el último resto de un enorme convento que hubo en la zona. El camino sube por unos chalecitos con el típico repertorio de atrabancos de mal gusto como enanos, aguilas con las alas abiertas y burritos que en la albarda llevan macetas. Se sube por aqui a una pequeña sierra que se cruza sin problemas y llego al pueblo con el nombre más extravagante del viaje: Los Santos de Maimona. ¡A saber de dónde salió el topónimo!

En Los Santos encuentro por fin café en un bar estupendo. Un camarero con cara de baifo, de esos camareros espídicos que son imposibles de localizar en Canarias, que te preguntan lo que quieres cuando aún estás entrando, me hace un bocadillo de lomo-lomo...o sea, no de lomo adobado, sino lomo de la carnicería. Me cuenta el chico de la crisis y dice que se va a hacer una casa en el corralón de la casa de su madre. Me suena la historia. Saliendo de Los Santos, una vespa no arranca y en una radio suena Delilah de Tom Jones. Todo tiene un aire relajado como El Socorro un sábado por la mañana tempranito. Aquí, ya la gente te empieza a avisar si te equivocas de dirección como ocurría en el Camino Francés. En el camino, se ven menos dehesas y comienzan a aparecer muchas viñas. También hay menos ganado en estos días.

Después de unos quince kilómetros más, llego a Villafranca de los Barros. Villafranca tiene muchos inmigrantes y dos albergues de los que escojo uno al azar. El albergue es una casa normal con literas, pero muy cómoda y donde uno se encuentra como en su casa. Hay dos peregrinos más: Pete, que tiene sesenta y siete años y es un experto en los distintos caminos que van a Santiago (los ha hecho casi todos junto a su mujer y algunos, varias veces) y Jean Pierre, que viene caminando desde ¡Bélgica! Empezó a caminar en el mes de mayo, cruzó Francia y llegó por el Camino Francés hasta Astorga. Ahí empezó a bajar y piensa llegar, en sentido contrario al nuestro, hasta Gibraltar. Para gustos, colores. Pierre es un caballero, pero se tira peos sin aviso previo como la cosa más natural del mundo.



Después de una cena con Pierre, que es holandés y no habla ni una palabra de español (y yo con mi inglés basura) me voy a la cama porque estoy fundido.

jueves, 11 de octubre de 2012

5 de octubre. Valencia del Ventoso-Zafra

Para salir de Valencia de Ventoso, el camino comienza justamente en el hotel del hombre herniado. Hay mucho ruido desde temprano porque es día de mercado y rápidamente, crucé el pueblo en busca del cajero automático para salir al camino. En la fuente que está al ladito del hotel, la gente llena garrafas de agua porque es buenísima. Yo mismo lleno mi botella.

De nuevo en el campo me meto rápidamente en un paisaje mezcla de pastos abiertos y dehesas. Hay animales, pero menos que los últimos días. Los cochinos van escaseando y cada vez hay más ganado vacuno.

No se cuántos lomos y cuántos valles crucé durante la mañana. Tenía mucha hambre y de nuevo hacía mucho calor. Es difícil encontrar dónde desayunar a la hora en que salgo de los pueblos y sin embargo, caminar con el estómago vacío es garantía de que las cosas no irán bien. Todo el tiempo se oyen bramar las vacas entre las encinas. "Los ojos se me saltaban" buscando el primer pueblo por donde iba a pasar, Medina de la Torres que apareció en un momento en el que yo ya estaba bastante embajonado.

Medina es un pueblo bonito y limpio en cuya plaza me senté un rato a tomar resuello. Es increíble "la peste" que puede salir de uno mismo (¡otra ventaja de viajar solo!) Sentado en un banco de la plaza, esperando a secarme el sudor para entrar en un bar estaba más triste que otra cosa. En eso, pasaron dos chicos y me preguntaron que qué tal el camino. Cruzamos unas frases y me invitaron a tomar algo en la casa. Sorprendido, dije que sí. Uno de ellos hizo una gestión en el Ayuntamiento y luego fuimos a su casa, que era una enorme casa que estaba restaurando hacía algunos años, después de que dejara la vida de Madrid y se fuese a la casa de sus abuelos. Les dije con franqueza que era la primera vez en los dos caminos en la que alguien me invitaba a su propia casa, tomamos un café bien bueno y hablamos de la crisis, de la sequía, del camino y de cosas así. También me aclararon que la feria de Zafra, con la que me voy a encontrar esta noche, y que más bien me da ganas de evitar, no es una fiesta-fiesta, sino una feria de ganado, cosa que me entusiasma. De como entré a la casa a como salí, fue como el blanco y el negro. Pudo haber sido el café, pero hablar con la gente es siempre más tonificante que la cafeína. Debo buscar la manera de mandarle algo desde Tenerife cuando vuelva a esos muchachos porque aunque entonces no lo sabía, a partir de aquí, el camino se vuelve más amable y disfruto de verdad caminando. 

Al salir de Medina de las Torres, se encuentra uno con lo amarillo que se ve desde los aviones al cruzar la península. Ni un árbol, solo llanos y llanos ahora secos donde pastan algunos animales. Yo, muy animoso, me lanzo por la carretera en busca de Zafra, mi destino para esa noche. Unos kilómetros más adelante, una pareja en un furgón, con mucha educación, me dicen que "perdone", pero que voy equivocado. Me subí al furgón y en unos minutos, vuelvo a estar en Medina de las Torres para ir ahora si, por el camino correcto.

El camino desde Medina a Zafra tiene unos hitos para seguir la Vía de la Plata que veo aquí por primera vez, pero que me acompañarán en todo lo que esté cruzando la Comunidad Autónoma de Extremadura. El mojón es muy práctico, explica cuándo estamos sobre la antigua vía y cuándo se trata de un camino más moderno, habilitado para los peregrinos. Ya con la ciudad de Zafra a la vista, me encuentro un albergue en un antiguo convento y sin dudarlo, me alojo en él. Tal y como suponía, los albergues dentro de Zafra están a tope con la feria de ganado. El albergue está en un pueblo prácticamente pegado a Zafra que se llama la Puebla de Sancho Pérez y es facil y barato ir en taxi desde allí a Zafra. En el propio albergue hay una plaza de toros pequeñita, que aseguran es la más antigua del país. El edificio es muy bonito, con un claustro donde hay macetas y jazmines y una ermita que se abre por las tardes. La hospitalera se llama Noelia y trabajó y vivió en Adeje.

Con Nino el taxista, que te viene a buscar al albergue y que alega como un loro, me voy para la feria. Aunque había oído hablar de la Feria de Ganadería de Zafra, incluso, entonces lo recordé, venía en los calendarios del Zaragozano, que antes se colgaban con un hilito de bala en todas las bodegas para ver las lunas, nunca creí que fuese algo de ese tamaño. El recinto ferial es como otra ciudad al lado de la ciudad. Hay un pabellón por cada una de las especies ganaderas. El vacuno y los caballos es algo que dejan a uno con la boca abierta. Además, por supuesto hay veinte mil casetas para comer y beber, puestos de artículos del campo (como Nicomedes, pero a lo bestia), embutidos, vinos, quesos, pimentón, corcho y cualquier cosa que uno se pueda imaginar relacionada con el campo de esta parte del país. La gente realmente compra y vende el ganado en esta feria, que se organiza de manera ininterrumpida desde hace más de quinientos años. Dura cinco días y la visita más de un millón de personas. Ponerse en la puerta a ver el estilismo de los que vienen también tiene su punto. Los ventorrillos, aunque estamos en Extremadura, solo ponen música andaluza y me comí unos calamares atormentado por las moscas y por las coplas rocieras.


La ciudad de Zafra en sí misma, también es estupenda. Pertenecía a los Duques de Feria y espero que esa gente horrible ya no tenga ninguna relación con todo esto. En el taxi que regreso, que es un "pirata" que trabaja solo para la fiesta y que conduce una mujer guapa y bruta, con piercing en los labios, me entero de algunas cosas más de la feria. Cuando llego al albergue, la ropa que sequé en la lavadora está toda seca, que es una de esas simples cosas que a  uno lo hacen enormemente feliz sin que tenga mucha explicación.


sábado, 6 de octubre de 2012

4 de octubre. Cañaveral de León-Valencia de Ventoso

Me desperté medio desubicado entre una máquina de hacer pesas y varias bicicletas estáticas. Como quiera que el día anterior había ido a dos de los tres bares de Cañaveral, me pareció de justicia desayunarme en el tercero. Era esa hora en que están los tíos reuniéndose para ir a trabajar. Como es normal, al entrar, se calla todo el mundo, pero un rato después vuelve cada uno a su café, a su máquina tragaperras o a sacar tabaco para el día.

Solo tres cuartos de hora después de empezar a caminar, ya salgo de la provincia de Huelva y entro en la de Badajoz. Cambio también por supuesto de comunidad autónoma. Sin embargo, las dehesas son iguales, los cochinitos iguales y las encinas iguales. Lejos, rebuzna un burro. Mi abuelo Pedro, al que dicen que me parezco más que a ninguna otra persona, tenía un cuento buenísimo con el rebuzno de un burro. Él salió de Fuerteventura y debieron de pasar muchos años hasta que regresó, a un viaje solo de machos, con el rover de mi padre, a pescar y jugar a las cartas por las costas de la isla en los finales de los años sesenta, o sea, el paraíso. Al llegar al muelle de Puerto Cabras rebuzno un burro de una manadita que iban a embarcar. Muy serio, se viró y le dijo: "Paisano, ¡tanto tiempo fuera y tan pronto me reconociste!"


El tiempo está ahora mucho más fresco y yo tengo mucho más tono para caminar. Tengo una bolsa de agua en un pulgar del pie que es algo digno de que lo estudie la ciencia. Hace dos años estrené las botas el primer día de caminata y como si nada. Ahora, dos años de uso y me hacen ampollas...en fin. El campo está lleno de animales, sobre todo vacas.

Por asfalto todo el tiempo llego a Fuentes de León. Delante del Ayuntamiento hay una carpa estupenda para celebrar cosas. Encuentro una oficina de Correos y aprovecho para mandar a Tenerife algún peso que llevo en la mochila: la guía de Leo de la provincia de Huelva, el tocho de Román Morales que pesa su buen kilo y un libro que está escribiendo un amigo que también pesa lo suyo. La salida de Fuentes de León está llena de gente que camina haciendo ejercicio. Muchos chalets con mucho mal gusto. Al poco, un desvío de tierra por fin. Un poco después aparece Segura de León, con su castillo en lo alto del molino. Pasa un hombre con una carretilla de higos. A la orilla del camino, la Ermita de Los Remedios que está toda abierta y con feriantes por fuera porque hoy es el día de San Francisco de Asís. Un recuerdito para los de Afonso Carrillo, que contra viento y marea, han vuelto a organizar su fiestita este año. Me pierdo como un belillo en unas obras de una carretera.

Lo que yo esperaba que fuese un paseo hasta Valencia de Ventoso es un choleo "que te cagas". La ciudad se ve, pero parece que se aleja cada vez más. El camino aquí es muy pedregoso y escarpado, parece que voy bajando de El Reventón en Güímar. Como todos los días, cuando llego a la ciudad, que es bonita y limpia, todo me parece mejor. Valencia también tiene su castillo y como en los otros días, empiezo por la cerveza. El de la cafetería me dice que solo hay un hotel y que al dueño "lo operaron de una hernia hoy mismo". Me voy al hotel y enfrente hay un banco con seis viejitos que me dicen todos y por separado que al dueño del hotel "lo operaron hoy mismo de una hernia". Llamo al número de teléfono que está puesto en la puerta del hotel y cuando me responde una voz diciéndome que al dueño "lo operaron de una hernia", no puedo menos de asegurarle que yo ¡ya lo sé!. Así y todo, el hotelito es estupendo. Tiene cinco o seis habitaciones y está todo perfecto. Sin pedirme ni mi carnet ni nada, la cuñada del herniado me deja allí dentro y se va.

Lo que no hay en Valencia de Ventoso es donde comer. Mira por donde, los peregrinos suelen comer en casa del pobre señor "que se operó hoy de una hernia". Encuentro un sitio que se llama "El Aligüal" y me dice primero que no porque tenía una reunión, y luego que sí. El hombre cada vez que viene a la mesa a traerme algo hace un chiste: "muyayo", "mucho frío para un canario", "que si una hora menos"...Yo le rio la gracia al hombre porque me importa la felicidad del universo.



Dormí finalmente muy bien en Valencia de Ventoso y además, no había viento.

3 de octubre. Aracena-Cañaveral de León

La salida de Aracena es por una ermita de San Roque. En muchos sitios aquí he visto ermitas de San Sebastián y San Roque al principio de las ciudades, como en Canarias, donde estos santos protegían de las enfermedades contagiosas que podían entrar por estos puntos a las ciudades. Es completamente de noche y apenas hay nadie en la calle.

Justo a la salida de Aracena, empecé a bajar por un valle tan bonito, tan lleno de animales, huertos con toda clase de verdura y árboles frutales que me transporté. El olor a hinojos y a membrillos maduros era genial. Mi gusto por el campo, que comparto con mis tres hermanos, a pesar de ser tan distintos en otras cosas viene sin lugar a dudas de mi padre. Él, con una educación intermedia, que lo podía haber convertido en un estirado entre los de su tiempo, eligió sin embargo siempre la amistad de gente de campo. Nos crió rodeado de agricultores de los barrios de campo de Güímar: San Pedro Arriba, La Hoya, San Juan, Guaza por los que nos hizo sentir respeto y afecto. Pudiendo haber sido un tolete pretencioso como otros muchos de su época, en la que colocarte por encima de los demás, aunque fuera un milímetro, era un logro social, prefirió llenar el tiempo que su trabajo en la gestoría le dejaba, entre cabras, medianeros, viñas, papas y agua de galería. Pedía prestados machos para las cabras, intercambiaba semillas de papas, gatos hidráulicos para el mosto. Llenó nuestras cuatro cabezas de admiración por los animales y la tierra en general y de anécdotas deliciosas de un mundo que ya despareció, de cañeros, lunas, abonos, parideras, millo, viña y música. Hoy, que casi por su propia voluntad, va cerrando ventanitas hacia el mundo, desinteresándose de casi todo lo que le rodea, es cuando  vemos con claridad lo que nuestro padre ha influido en nosotros. Como jamás hizo nada que no fuera en última instancia para nosotros, sin presumir nunca de eso, sin el más mínimo afán de protagonismo, me da la impresión de que no me queda tiempo para ser agradecido en la proporción que debiera con mi padre. (Y otro día hablo de mi madre, que es la que lee el blog y sin no lo hago, se atufa. Al fin y al cabo, si disfruto en un baile, una cerveza en una cafetería o de un paseo por una ciudad desconocida, es porque lo aprendí de Carmita Llarena). Tuve yo mucha suerte con mis padres.




Saliendo del barranco maravilloso, volví por desgracia a subir colinas y colinas por asfalto. Algo más adelante, crucé el pantano de Aracena, que es enorme. Aquí me llama Leo desde el Archivo Provincial y me da sus consejos tan medievales. Me adviertió antes de salir, que no lo hiciera sin poner en orden mi hacienda y mi alma. Yo, obedeciéndola, compré pienso para la gata, puse un programador al riego del jardín y me confesé. Leo me regaló además un guía de la provincia de Huelva que completa el hueco dejado por la de El País, que es la usaré desde que llegue a Zafra. Por aquí también hay ciervos. Se cruza entonces el embalse de Aracena, que es gigantesco aunque ahora está medio vacío.

El pantano de Aracena
En un momento determinado, se deja el asfalto y se avanza por unos kilómetros entre encinas antiquísimas. Hay muchísimo ganado y de vez en cuando, algún ciervo sale pitando segundos después de yo haberlo visto. Por desgracia, me había tomado todo el agua excepto la típica "meada de gato" que suelo dejar en el fin de la botella por si me veo morir, poder persignarme. De nuevo me dió una bajona que creí que no llegaba a Cañaveral de León. En el momento en que me estaban dando hasta mareos, me apoyé a un muro de los que cierran las parcelas y mientras una cochina y sus lechones se interesaban por mi, me llamó Eugenia Campos porque le falta un caldero de los de la Cena de la Octava (y de los buenos). La situación es tan cómica que se me pasa todo y con ese empujoncito, llego al pueblo.

Cañaveral de León es chiquitísimo. No hay siquiera hostales o pensiones. A mediamañana hablé con el Ayuntamiento que amablemente cede el gimnasio a los peregrinos y donde me dieron el número del encargado de darme la llave. Eso si, antes me tomé ¡dos jarras de cerveza y dos Coca Colas! Este año, el café y leche, ni probarlo.

Cañaveral de León tiene una cosa supercuriosa. El pueblo está fundado en las inmediaciones de un naciente de agua tremendo (que sin embargo este año está seco). El mismo agua que en primer lugar abastece a las casas, continuaba para un molino de aceite y un matadero (imprescindible aqui por los cochinos). También llenaba un depósito enorme durante la noche, que por el día era usado para regar los huertos más próximos. Ese depósito, que la gente llamaba La Laguna, servía para que la población se bañara en él como en una piscina. Cuando hace algunos años se arregló todo el espacio, en lugar de suprimir La Laguna, lo que se hizo fue consolidarla y hacer, justo al ladito del Ayuntamiento, una tremenda piscina estupenda donde todo el pueblo se sigue bañando en verano. Una idea que me encantó.


Fotos antiguas de bañistas en La Laguna de Cañaveral de León

La Laguna de Cañaveral de León, al ladito del Ayuntamiento

Hoy es el día en que hace dos años murió mi padrino Niceto. Como hoy, estaba caminando, en aquella ocasión entre Logroño y Nájera. Era genial Niceto. Por no ponernos lacrimógenos pongo una anécdota de lo más nicetiana. Cuando ingresó medio demente, casi dos años antes de morirse, Gonzalo y yo fuimos al hospital y allí estaba en la camilla, que partía el alma de verlo. Señaló a un punto indeterminado delante de él y dijo: "Miren las brujas...todas en tonos de "beiges".

Cañaveral de León es tan chiquitito que una hora después me convertí en "El Peregrino". Soy la sexta persona que peregrina por aquí en este año.La cena fue deliciosa y baratísima. Aquí los platos combinados son todos o con secreto, o con presa o con pluma de ibérico. Como quiera que el gimnasio donde voy a dormir está muy apartado y al final de una calle totalmente a oscuras y algo apartado del resto del pueblo, le doy gracias a todos los santos por no ser miedoso y por no haber visto nunca ninguna de esas películas de motosierras. A pesar de dormir en el suelo, en unas colchonetas, duermo mucho mejor que los días anteriores. Me quedé yo muy agradecido de este ayuntamiento, de Javi y de Miguel.



2 de octubre. Minas de Río Tinto-Aracena

A media noche tuve un sueño estupendo. Venían Domingo Calzadilla y Modestito el de los Camiones y me traían un caldero de pescados. Eran rojitos, como cantareros. Yo me privé. No se como, apareció Rafael y vimos a ver como lo podíamos arreglar. Entonces, me desperté con la boca seca como el esparto, no se si por el pescado o por las orejas de cochino y todo lo demás que me comí anoche. En eso, me pareció oir una música y miré el reloj del móvil. Eran las cuatro y diez y me asomé a la ventana. Sonaba precioso. Yo oía guitarras, alguna púa y me parecía un violín. Entonces caí en la cuenta de que estábamos a punto de llegar a las fiestas de El Rosario, que es la patrona de Minas. Luego me enteré de que son una especie de ranchos, como los de Ánimas o Navidad que salen a cantar en los días previos a la fiesta. Igual que en la misa de Trigueros, cantaban fenomenal. Lo busqué en youtube y aquí se los pongo. Se llama "La Esquila". Yo ahora lo oigo y me emociono como si fuera de Minas de Riotinto de toda la vida.



A mi lo de Minas de Riotinto, aparte de a la contaminación esa tan terrible de hace unos años, me suena a rosquetes. Cuando yo era chico, mi abuela Antonia le encargaba rosquetes, bizcochos de pájaro y cosas de esas a Adelaida, al otro lado del barranco. Adelaida tenía todo el horno lleno de almanaques de Explosivos Riotinto, con chicas morenas al estilo de Romero de Torres. Yo lo flipaba. Allá íbamos Conchi Pérez y yo a buscarlos y por el camino, el olor de los rosquetes recién almibados nos trastornaba. Cuando no podíamos más, nos hincabamos uno y luego nos pasábamos el resto del camino intentando cuadrar al resto. Imposible, siempre se notaba que faltaba un rosquete.

Antigua locomotora de la Companía Inglesa Alkali

Justo al salir de Minas, hoy sí desayunado, se encuentra uno con la megamina esa famosa. Mis fotos son una porquería, pero esta es la pinta que tiene

Foto (horrenda) de la mayor mina al aire libre de Europa
Toda la mañana estuve caminando por carretera asfaltada y eso es muy desagradable. Paré un rato antes de llegar a Campofrío, al lado de un embalse precioso. Campofrío es superbonito. Está tan limpio que impresiona. La gente limpia con fregona su tramo de acera. Tiene, eso si, la típica horrenda estatua que ahora parece que está en toda España con lo típico del pueblo en el centro de una rotonda. Desde que salí de Huelva ya he visto a la Virgen del Rocío cargada a hombros, a una pareja vareando un olivo, a una señora con un cesto, a unos mineros con un taladro dándole a una piedra...y en Campofrío hay un troll, con un hacha que parece que sirve tanto para sacar el corcho de los alcornoques, como para cepillarse a los cochinos porque las dos cosas podían verse en la rotondita. Por supuesto, no la fotografié.

La iglesia de Campofrío
Un corralito para cochinos en las dehesas
Ahora todo el terreno era dehesa, es decir, bosques y bosques de alcornoque, encina y quejigo, escrupulosamente limpios, con miles de metros de muros de piedra, donde pastan ya centenares de cochinos negros. Aprendí luego que estarán sueltos casi hasta abril, en lo que se llama "la montanera". También hay alguna vaca y ovejas, pero lo más, lo más son cochinos. Hay muchos alcornoques a los que le han quitado ya el corcho. Saliendo de Campofrío vi los primeros ciervos. Luego vi muchos. Casi siempre dos, la madre y una cría ya casi totalmente grandes. También vuelan por toda la dehesa milanos con su cola en forma de hoz y sus manchas blancas en las alas. Pasear por aqui es una gozada. Lástima que todo sea por carretera asfaltada. Antes de llegar a Aracena, mi parada de ese día, me dio un yuyu. De verdad que creía que me caía de culo. El calor era insoportable y yo veía Coca Cola por todos lados. Pensé que no entraba en la ciudad sin que vinieran a buscar los del 112.

Alcornoque con el corcho recién quitado


Sin embargo, un rato después de llegar a Aracena, con sus correspondientes Coca Cola y varias cervezas, me pareció todo maravilloso. Es increíble como en medio de la sierra puede haber una ciudad tan refinada y con tanto patrimonio. En el centro de la ciudad, en lo alto de una colina está el castillo y todo alrededor está cubierto de casas blancas y un mogollón de iglesias y conventos. Ellos están muy orgullosos de la Gruta de las Maravillas, pero como no puedo verlo todo, entro al Museo del Jamón. Me enteré de un montón de cosas de como se cría el cochino negro ibérico y de como se produce el jamón. El museo está perfecto y por cierto, por fuera también tiene la previsible estatua costumbrista, en este caso de un pastor de cochinos. En una iglesia que no está al culto, dos señoras cosían un "estreno" para otra Virgen del Rosario que también celebran aqui. Luego cenita y a dormir. Hoy me toca en una pensión cutrilla donde además están viendo no se que partido de futbol. Yendo por la calle, se me rompieron mis cholas-chanclas y tuve que andar cojeando de tienda en tienda hasta que en la cuarta encontré unas que me valieron. Nadie usa cholas en Aracena en invierno.









Aracena

1 de octubre. Valverde del Camino-Minas de Río Tinto

Tempranito por la mañana me lanzo de nuevo a la Vía Verde. El camino a seguir desde Valverde del Camino a Minas de Río Tinto, donde iba a dormir la siguiente noche sigue siendo el trazado de ese tren de los ingleses de Alkali. A su paso por Valverde, hay varios edificios relacionados con la empresa inglesa: almacenes, hangares y sobre todo la Casa de la Dirección, una vivienda de estilo inglés, enorme donde vivía el director de la compañía.

Antiguas viviendas de los ingleses de Alkali

Pedro Zarza que hacía unos licores estupendos

Cosas de los ingleses en Valverde del Camino


Durante kilómetros, no hay árboles, solo jaras y matorral bajo. Me di cuenta de que, por esa impaciencia en correr cada día al camino, había salido de nuevo sin desayunar, con la idea errónea de que esto era como en Navarra, que cada media hora te encuentras un barito. Error. Kilómetros y kilómetros de camino donde no vi ni un alma. Suerte que el androide, con el que me peleo tanto por su teclado predeterminado, tiene un GPS y aunque no me hace falta para ver la dirección, sí es un consuelo para saber cuando falta para llegar. Cristo y Mery-Mary están ahí, averigua que te averigua para ver como le podemos quitar al jodido androide la manía de creerse tan listo. Cuando yo digo "voy a...", ya él se adelanta y escribe "voy a almorzar" (por ejemplo) y cuando no, le da por escribir frases indescifrables como "área semántica"...que a saber qué quiere decir el cacharro cuando escribe eso. Te pone en un compromiso el androide.

Para el tramo de hoy, hay que cruzar ya las primeras dehesas. También había llanos y llanos de naranjeros. En muchos casos y, como en el Camino Francés, hay que abrir cancelas que uno debe dejar cerradas a su paso para que los animales no se escapen. 

Naranjeros de la Riotinto Fruit


Cuanto más subes por esta bendita sierra, más pobre es el terreno. Hay pinos y eucaliptos, pero nada que ver con la llanura donde empecé. Ya iba yo tan contento, creyendo que estaba llegando a Minas de Río Tinto porque vi unas sorribas tipo "areneras de Güímar" cuando caí en la cuenta de que lo que veía era Zalamea La Real. Después de Zalamea La Real, viene El Campillo y sin comer y sin llegar a Minas. De verdad que cuando llegué a Minas de Río Tinto estaba en las últimas. Este camino es desde luego, mucho más duro que el Camino Francés, yo estoy más gordo y más viejo, hace más calor, es cuesta arriba y los tramos son más largos. Me curo de todo en un bar gediondo pidiendo dos veces la jarra más grande de cerveza que tenían. Enfrente había un jazmín espectacular, aún en flor. No hay albergue tampoco en Minas de Río Tinto y me quedé en un hostal bastante estupendo. Después de la ducha y el afeitado, lo vi todo de color de rosa. Los ingleses llegaron aquí a mediados del siglo XIX y explotaron las minas durante casi un siglo. Construyeron para ellos una urbanización al estilo inglés que aún se conserva y una de cuyas casas se puede incluso visitar para ver la mezcla andaluz-inglés de su estilo. Además y como suelen hacer ellos, se trajeron todo su pack: iglesia presbiteriana, campos de cricket, golf, fútbol, etc. Debieron de vivir muy bien aquí los jefazos de Alkali. Para más inri, el antiguo pueblo de Minas estaba emplazado sobre lo que se llamó El Filón Sur, donde había mucho mineral y, ni cortos ni perezosos, desmantelaron el pueblo y le construyeron otro a la gente donde les pareció. En los años cincuenta del siglo XX las minas volvieron a ser españolas y toda esa etapa "british" desapareció de Huelva aunque según dicen dejó muchas huellas culturales. Debe haber unos cuentos buenísimos de las cosas de los ingleses, pero no encontré con nadie lo suficientemente viejo como para que se acordara. La urbanización de los ingleses, que se llama Bella Vista es realmente agradable y prácticamente todo el rollo minero es visitable hoy en día, incluso la mayor mina al aire libre de Europa, que la ves y se te seca la risa. Ríete tú de los hoyos de Güímar.

Casa del barrio de Bella Vista en Minas del Riotinto
Iglesia presbiteriana en Minas del Riotinto
Otras vistas de Bella Vista en Minas del Riotinto


Cené no sé cuántas cosas en el mismo hostal. Pedí, entre otras cosas, oreja de cochino en salsa. Estaba buena, pero es tan grasienta que se te pegan los dientes. Así y todo, me la comí. Le dije al camarero "esto está bueno, pero es mejor con más invierno".

En la mesa de al lado de la mía hay un grupo genial. Hay uno que es como el fino, su mujer no se que se puso en el pelo, un fijador o algo asi y le quedó como un casco amarillo. No se le despega un pelo. Luego hay otra pareja que son como los brutitos. Cada uno, a gusto en su papel. Los brutitos tienen un niño que es más brutito que los padres. Tenemos muchos ejemplos en Canarias de familias asi, donde los nenes son más belillos que los padres. Hijos que solo dicen "costillasconpapas", de padres que seguramente tienen una letra preciosa cuando escriben a mano. Estos de mi vera, están hablando de pienso para los cochinos. Me quedo alertado porque los que tienen soja "hinchan" a los animales. Yo creo que el niño, cuando los padres no lo ven, le da al pienso.

30 de septiembre. Trigueros-Valverde del Camino.

El hotelito de Trigueros incluía desayuno, así que me bajé bien temprano a tomarlo. La verdad es que el hotel Ciudad Trigueros es perfecto. El desayuno también lo fue. Para seguir hacia mi próxima parada, Valverde del Camino debía de coger el mismo camino que ayer no tomé por equivocación. Es una Vía Verde, que sigue el recorrido de un antiguo tren, instalado por los ingleses de la Compañía Alkali, que explotaron durante más o menos setenta años las minas de Río Tinto. Al salir, vuelvo a pasar por la iglesia de San Antonio Abad sintiendo el mismo estremecimiento que me produce el pensar que en tres meses celebraremos al santo del cochinito.

La Vía Verde entre Trigueros y Valverde del Camino

La Vía Verde, al menos al principio es comodísima de recorrer. Como en casi todos estos paseos, los primeros kilómetros te encuentras a muchos jubilados y señoras caminando. ¿Porqué las señoras cuando salen a caminar se visten con chándales rosa y gris?

La iglesia "del Santo", en Valverde. Me quedé sin saber de que "santo" se trata.

La iglesia de la Virgen del Reposo en Valverde del Camino
Poco a poco, me voy quedando solo. Tan solo que sólo me sobrepasan algunos ciclistas. Unos dan las "buenas horas" y otros no. A los que no, yo internamente les digo "turre animal" y me quedo tan a gusto. El camino va dejando atrás los cultivos y entra en un pinar mezclado con muchos eucaliptos. Un poco tiempo después de salir de Trigueros, pasé por Beas, pero están tan cerca los dos sitios que no merece comer aún. Me equivoqué. Luego no encontré nada de nada hasta llegar mismamente a Valverde. En el camino no hay casi nada. Bueno, había como un camping, que parecía de una película de David Lynch, con algún remolque, pavos reales desplumados y un toro de Osborne. Llegué a una gasolinera y me tomé una Coca Cola que me supo a gloria. ¿Con qué la harán que tan buena es?. Yo creí que tras la gasolinera venía Valverde y ¡fósforos!. Faltaban aún seis kilómetros. Por el camino hay paneles que dicen que hay jabalíes y ciervos, pero no vi ninguno. Como el trazado está hecho para el tren de mineral, no tiene excesivas cuestas, pero cansa. Finalmente llegué a Valverde del Camino y, como no tengo guía de esta parte del camino, recurrí al mismo truco que el día anterior. Me fui a la plaza del pueblo y me tomé un par de cervezas. El camarero me informó de lo que había que ver, del alojamiento disponible y otras menudencias. Los camareros de las plazas de pueblo suelen ser muy amables, pero no se engañen NO TODOS LOS CAMAREROS DE LOS BARES DE LA PLAZA DEL PUEBLO son amables.

Me olvidé de decirlo ayer, pero casi todas las palmeras canarias del camino están atacadas por el picudo rojo. Es algo asombroso. Creo que más de la mitad ya están muertas y en algunos casos debieron ser centenarias. En la plaza de Trigueros, de ocho, solo quedan tres. A pesar del ataque de la plaga, no se ve que apliquen la profilaxis que se practica en Canarias que consiste solo en dar pintura en el corte de las hojas. Da mucha pena.
Mucho picudo rojo en Huelva


En Valverde solo hay un hotel para quedarse, que se llama Montearoma y creo que el nombre le viene de que huele a tabaco. Una de las cosas más significativas de Valverde del Camino es la fabricación de "botos" de piel, que se ven bastante buenos. También hay cerca algunos dólmenes, pero por increíble que parezca, nadie me supo informar bien donde están. En Valverde hay muchas cosas de la época de los ingleses. Hay calles con casas hechas al estilo inglés, pero con materiales y colores andaluces y esto me encantó.

Almorcé-cené en una terraza donde celebraban un cumpleaños. Dos Belenes Estéban sostenían en alto una piñata y los niños casi las tumban en su afán por coger las cosas que había dentro. En la mesa de al lado, uno grupo de jóvenes comentaba una boda auténticamente in-cre-ible, por lo visto cuando iba a empezar el baile, los novios sorprendieron a todos porque habían ensayado la coreografía de no se que película (¿no es maravilloso?). La gente aquí habla de una forma terrible. Parecen brutos aunque luego en realidad no lo son (o sí). Comí muchas cosas ricas como huevas, asadura y así. Todo el tiempo me apetece beber cerveza. Nada que ver con el "café y leche" del Camino Francés.

Como la patrona de Valverde es la Virgen del Reposo, me dispuse a honrarla rápidamente en el Hotel Montearoma, pero la verdad es que no se porqué, cuando estoy caminando duermo fatal a pesar de que caigo rendido en la cama. También es que el hotel tiene debajo una cafetería con mucho escándalo donde parece que de un momento a otro va a entrar Laura Palmer.

Aunque ya dejé atrás la marisma, me paso el día tararareando "Cortijo de Los Mimbrales" que tiene su punto descriptivo de la cosa huelvana. Aquí se los pongo en una versión en la que ya el Príncipe Gitano había rebasado su mejor momento, pero el terno blanco con su pantalón de campana, vale la pena.


jueves, 4 de octubre de 2012

29 de septiembre. Huelva-Trigueros

Era de noche aún y yo ya estaba muerto de hambre en la cama del hotel de Huelva. Me vestí y salí a la calle desesperado. Sorpresa: está lloviendo. Después del panegírico de la lluvia, cualquiera dice que no me gusta. El caso es que para caminar por el campo, es un desastre. Compruebo con alivio que el Ayuntamiento de Huelva, como tantos otros, ha puesto por todo el casco de la ciudad un pavimento que resbala montones.
La catedral de Huelva (cerrada a piedra y barro)
Después de mi primer desayuno con jamón (pelín caro, la verdad) me pongo a buscar algún cura aburrido que me selle la credencial. Imposible. Hasta la catedral está cerrada y yo tengo como apuro por irme al campo. Dejo lo de la credencial y me pongo en marcha. Como siempre me pasa los primeros días al salir de Güímar voy saludando gente confundiéndola con los habituales. Abané con la mano a Rosi la hermana de Soraya la de El Escobonal, le hice un gesto a Pedro Alberto que pasó con su coche y así un ratito.
Un paseo de tipuanas, en Huelva
El acento de la gente, ya sé que es un tópico, es encantador. Si yo me quedara aquí una semana volvía andaluz perdido. Además, todo lo que dicen da risa, los ejemplos, las comparaciones...Recorro mil urbanizaciones y barriadas para encontrar la salida de la ciudad, algo que suele suceder en los sitios medio grandes y al fin llego al cementerio que está en las timbambas. Con sorpresa, veo que hay una primera señal del Camino de Santiago, con su concha y todo. Con esa misma alegría, no tardo cinco minutos en perderme por primera vez. Yo, palante. A los diez minutos, el vaquero me está incordiando y tal y como había previsto, me cambio "open air" por mis lycras de ciclista, que la verdad es una cosa fea de ver, pero para mi son como las botas de siete leguas. Tardé más de tres cuartos de hora en ver que el camino no era el correcto. El campo, mojado, olía de maravilla, a hierba seca. Total, que ya no tuve más remedio que dar un pequeño rodeo (de más de diez kilómetros) para ir por Gibraleón que está lejos, pero lejos, lejos de Trigueros, que era mi primera parada.

Todo el campo está lleno de caballos, la mayoría de ellos buenísimos. También hay burros y mulos, pero menos. No puedo menos que acordarme, claro, de nuestra yegüita Nadir, que está enterrada hace quince días y que tantas alegrías nos dió. Los que no han tenido estos animales, no lo entienden, pero ver morir a un caballo hace muuucho daño.


Hoy es el día de San Miguel y en mi cabeza está todo el tiempo mi sobrino Miguelucho. Él dice que va a ir al Camino de Santiago conmigo cuando sea grande, con una convicción que no da lugar a dudas. Me encantaría que eso fuera verdad algún día, por supuesto. Miguel es terrible para los animales y las plantas. Tiene una curiosidad que asombra por todo eso.

Reventado como una pita y jarto de cortijos llegué a Trigueros. Es un pueblo muy bonito. Tiene una buena iglesia, dedicada a San Antonio Abad, ese santo que me provoca un escalofrío cada vez que se nombra. Encontré un hostal precioso, no demasiado caro y que incluía desayuno. Ducha y a misa (jeje). El cura, genial. Para interpretar una cosa que dijo el evangelista Marcos "si tu mano te hace pecar, cortátela" dijo "si tu marido te molesta, lárgalo". A mi me encantó la interpretación. No aplaudí porque me daba vergüenza y ya la gente me había mirado porque iba en chanclas.
La iglesia de San Antonio Abad de Trigueros
Un antiguo convento en Trigueros. Una palmera muerta por el picudo
Al salir de misa, todo el beaterío se dio a la CruzCampo en la plaza de enfrente (yo también). Probé no se sabe las tapas mientras mandaba fotos de ellas. Enfrente de la plaza, otras viejas se tomaban un agua guisada en una mesa camilla instalada en un almacén. Detrás de la cabeza tenían las escobillas de water, pero la atalaya era estupenda para no perder detalle de la plaza. Dos niños jugaban a los toros con un capote de juguete muy bonito.

28 de septiembre. Como las del Titani (las pobre)

Te lo digo, ni de coña vuelvo yo a la península en barco. Muy cómodo, si; con sus bufés, si...todo lo que tu quieras, pero ¡vaya desespero! Como dice Javicombé...¡ni por puta! El segundo día ya no sabes que hacer, te asomas a la popa, te asomas a la proa...hasta estuve viendo el bingo de los animadores. En fin, una para saber...

Cuando fue avanzando el viernes, el mar se puso mucho mejor. Ya con Huelva a la vista, vinieron cientos de delfines a jugar con el barco. Delfines, no toninas. Las toninas yo creo que ya no existen. Antes las veíamos cada año cruzar por El Socorro y la gente hacía cábalas sobre el tiempo que iba a venir según avanzaran al norte o al sur.

El caso es que además, Huelva no está en la orillita. Está dentro de una ría, la del río Odiel y hay que navegar una media hora más ría adentro por donde está Palos de Moguer, La Rábida y todas las cosas colombinas. Como en San Sebastián de La Gomera, pero a lo bestia. Por si fuera poco, el barco tardó una eternidad en abrir las puertas, los niños lloraban y los perros (perdón, las mascotas) ladraban, que es algo típico en estos casos. Los que no tenemos niños ni perros deberíamos de llevar un pito para contribuir en estos casos al caos global.

Al bajar del barco, otro numerito. La guagua que "presuntamente" como diría Raquel Bollo, te lleva a Huelva, se tiene que parar tan solo unos minutos después de arrancada, te bajas, recoges tu maleta y pasas por un control de la Guardia Civil (por suerte, bastante benévolo). Te vuelves a subir en la guagua y vas a la estación y alli, a un taxi. A estas alturas yo tenía una jaqueca tremenda y sin pastillas para tomarme. Me fui directamente a mi cama del hotel, sin cenar y con una toalla mojada en agua fría en la frente. Lo dicho...ni de broma.