viernes, 15 de octubre de 2010

Hontanas, 8 de Octubre

Agüita el choleo de hoy. Salí de Burgos con la amenaza de la lluvia y con todo mojado, pero sin llover. Caminamos cuatro o cinco peregrinos por la ciudad, medio perdidos. La entrada y la salida de las grandes ciudades es lo peor del Camino. Cuando por fin llegamos al campo, es en un sitio que se llama Villalvilla. Está lleno de urbanizaciones vacías, solo calles y farolas. La imagen del fracaso de la España del ladrillo, de la que tantos ejemplos tiene Tenerife. Poco a poco, nos vamos metiendo en una vega y por el centro baja el río que cruza Burgos, que es el Arlanzón. Hay muchos cultivos de alfalfa y en eso, llego a Tardajos. En el bar de Tardajos donde me tomo el cafelito hay dos papagayos tullidos de frio y un zorro disecado. En la tele se ve un taxita que se volvío loco y le está dando leña a una gente...en Alemania. El Camino cruza luego Rabé de las Calzadas y Hornillos del Camino. En Rabé, cuando caminaba junto a Gonzalo El Asturiano se acercó un viejito y nos regaló una medalla de la Milagrosa que va colgando en mi mochila. Cuando nosotros éramos chicos, mi tía Avelina se sacó en una tómbola una imagen de la Milagrosa, pero no una imagen chiquita no: una grande de más de un metro cincuenta. Visto "desde la perspectiva actual", el premio era un poco fule porque a ti te toca una Milagrosa de un metro cincuenta, ¿y que haces?. Ella la tuvo ni se sabe los años en un armario. Nos decía a Conchi y a mi "¿Quieren ver la Virgen"?, y apartaba los trajes y la veíamos, con su serpiente y todo. Luego se la regaló a Nicanor Rivero y éste a su vez al barrio de San Francisco Javier, el Volcán de Abajo, que ahora le hace su fiesta con Paquito a la cabeza.

Cuando superas Hornillos del Camino, empiezas a subir y bajar unas enormes mesetas, totalmente planas y sin vegetación. Como uno es canario, y en las islas el relieve es tan montañoso y vivimos tan apretados, la visión de kilómetros y kilómetros de terreno llano y sin siquiera un gallinero, te deja flipado. Me crucé varias veces con Lisa La Australiana. Hay un montón de australianos haciendo el Camino de Santiago. Lisa va sin equipaje porque tiene una especie de acompañante que se encarga de eso. Le busca el hotel, le prepara la ruta y le lleva en un coche el equipaje. Debe de tener perras como estiércol. Es muy simpática y aunque tiene más de cincuenta años, llama la atención. Gonzálo El Asturiano dice de ella que tiene "un par de ñalgadas en cada ñalga". Es muy fuerte, lo que antes se llamaba una mujer hermosa y ahora, despectivamente, una mujer gorda.

A pesar de que los carteles decían que me iba acercando a Hontanas, el pueblo no aparecía por ninguna parte. Incluso la última de las señales, que decía que Hontanas estaba solo a medio kilómetro parecía una broma porque seguía sin verse prácticamente nada. En el último momento, aparecíó un pequeño valle, algo más que un barranco y en el fondo estaba Hontanas. Hontanas huele a cochino que tumba, pero es un sitio agradable en medio de todo este páramo. Su albergue municipal, que fue el antiguo Hospital de San Juan es un sitio acogedor, bien decorado y restaurado. Vale como todos por esta zona unos cinco euros o sea, un regalo. Sin embargo, después de duchado y cambiando de ropa, llegó la empresa que hace las fumigaciones y tuvimos que irnos a otro albergue, este si, mucho más cutre y helado. Hoy están también en Hontanas Paula y Jesús, que son una pareja de Murcia que caminan que da miedo. Lo que hay que ver en Hontanas se ve en media hora. Hay un supermercado de un cubano que a saber como acabó aqui. Una vieja seca cuando vió que comenzaba la llegada de peregrinos abrió la iglesia para que la viéramos y se puso en el último banco. La iglesia tiene dos cosas: valor y humedad. Como la vieja no nos quitaba ojo de encima, le puse todas las monedas marrones que yo tenía, en la alcancía. El pueblo es del tamaño de la mitad de La Hoya, pero todos los días llegan más de cien peregrinos.

Como el sitio es tan aburrido, todos los peregrinos confraternizamos. El grupo de Los Catalanes es ruidoso y divertido. Desayunan siempre con vino y donde están hay vacilón. La cena, todos juntos fue estupenda. Me comí, entre otras cosas, una "olla de garbanzos" buenísima, pero que me hace pensar que mañana debo caminar solo durante las primeras horas del día. Gonzalo no paró, sigue caminando hasta Catrojeriz. Con nosotros cenó un gallego que se llama Miguel. Recorriendo el pueblo, una señora lo llevó a que viera la colección de maquetas que ha hecho su marido y con las que combate el aburrimiento del invierno. Tiene algunas muy buenas de la catedral de Burgos, de la iglesia del pueblo y de la casa de su propio hijo, que es camionero, que ha hecho mucho dinero y que imita a un castillo. Esa historia me suena de algo.

Me despido con esta imagen de homenaje a la Gran Australiana

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