jueves, 11 de octubre de 2012

5 de octubre. Valencia del Ventoso-Zafra

Para salir de Valencia de Ventoso, el camino comienza justamente en el hotel del hombre herniado. Hay mucho ruido desde temprano porque es día de mercado y rápidamente, crucé el pueblo en busca del cajero automático para salir al camino. En la fuente que está al ladito del hotel, la gente llena garrafas de agua porque es buenísima. Yo mismo lleno mi botella.

De nuevo en el campo me meto rápidamente en un paisaje mezcla de pastos abiertos y dehesas. Hay animales, pero menos que los últimos días. Los cochinos van escaseando y cada vez hay más ganado vacuno.

No se cuántos lomos y cuántos valles crucé durante la mañana. Tenía mucha hambre y de nuevo hacía mucho calor. Es difícil encontrar dónde desayunar a la hora en que salgo de los pueblos y sin embargo, caminar con el estómago vacío es garantía de que las cosas no irán bien. Todo el tiempo se oyen bramar las vacas entre las encinas. "Los ojos se me saltaban" buscando el primer pueblo por donde iba a pasar, Medina de la Torres que apareció en un momento en el que yo ya estaba bastante embajonado.

Medina es un pueblo bonito y limpio en cuya plaza me senté un rato a tomar resuello. Es increíble "la peste" que puede salir de uno mismo (¡otra ventaja de viajar solo!) Sentado en un banco de la plaza, esperando a secarme el sudor para entrar en un bar estaba más triste que otra cosa. En eso, pasaron dos chicos y me preguntaron que qué tal el camino. Cruzamos unas frases y me invitaron a tomar algo en la casa. Sorprendido, dije que sí. Uno de ellos hizo una gestión en el Ayuntamiento y luego fuimos a su casa, que era una enorme casa que estaba restaurando hacía algunos años, después de que dejara la vida de Madrid y se fuese a la casa de sus abuelos. Les dije con franqueza que era la primera vez en los dos caminos en la que alguien me invitaba a su propia casa, tomamos un café bien bueno y hablamos de la crisis, de la sequía, del camino y de cosas así. También me aclararon que la feria de Zafra, con la que me voy a encontrar esta noche, y que más bien me da ganas de evitar, no es una fiesta-fiesta, sino una feria de ganado, cosa que me entusiasma. De como entré a la casa a como salí, fue como el blanco y el negro. Pudo haber sido el café, pero hablar con la gente es siempre más tonificante que la cafeína. Debo buscar la manera de mandarle algo desde Tenerife cuando vuelva a esos muchachos porque aunque entonces no lo sabía, a partir de aquí, el camino se vuelve más amable y disfruto de verdad caminando. 

Al salir de Medina de las Torres, se encuentra uno con lo amarillo que se ve desde los aviones al cruzar la península. Ni un árbol, solo llanos y llanos ahora secos donde pastan algunos animales. Yo, muy animoso, me lanzo por la carretera en busca de Zafra, mi destino para esa noche. Unos kilómetros más adelante, una pareja en un furgón, con mucha educación, me dicen que "perdone", pero que voy equivocado. Me subí al furgón y en unos minutos, vuelvo a estar en Medina de las Torres para ir ahora si, por el camino correcto.

El camino desde Medina a Zafra tiene unos hitos para seguir la Vía de la Plata que veo aquí por primera vez, pero que me acompañarán en todo lo que esté cruzando la Comunidad Autónoma de Extremadura. El mojón es muy práctico, explica cuándo estamos sobre la antigua vía y cuándo se trata de un camino más moderno, habilitado para los peregrinos. Ya con la ciudad de Zafra a la vista, me encuentro un albergue en un antiguo convento y sin dudarlo, me alojo en él. Tal y como suponía, los albergues dentro de Zafra están a tope con la feria de ganado. El albergue está en un pueblo prácticamente pegado a Zafra que se llama la Puebla de Sancho Pérez y es facil y barato ir en taxi desde allí a Zafra. En el propio albergue hay una plaza de toros pequeñita, que aseguran es la más antigua del país. El edificio es muy bonito, con un claustro donde hay macetas y jazmines y una ermita que se abre por las tardes. La hospitalera se llama Noelia y trabajó y vivió en Adeje.

Con Nino el taxista, que te viene a buscar al albergue y que alega como un loro, me voy para la feria. Aunque había oído hablar de la Feria de Ganadería de Zafra, incluso, entonces lo recordé, venía en los calendarios del Zaragozano, que antes se colgaban con un hilito de bala en todas las bodegas para ver las lunas, nunca creí que fuese algo de ese tamaño. El recinto ferial es como otra ciudad al lado de la ciudad. Hay un pabellón por cada una de las especies ganaderas. El vacuno y los caballos es algo que dejan a uno con la boca abierta. Además, por supuesto hay veinte mil casetas para comer y beber, puestos de artículos del campo (como Nicomedes, pero a lo bestia), embutidos, vinos, quesos, pimentón, corcho y cualquier cosa que uno se pueda imaginar relacionada con el campo de esta parte del país. La gente realmente compra y vende el ganado en esta feria, que se organiza de manera ininterrumpida desde hace más de quinientos años. Dura cinco días y la visita más de un millón de personas. Ponerse en la puerta a ver el estilismo de los que vienen también tiene su punto. Los ventorrillos, aunque estamos en Extremadura, solo ponen música andaluza y me comí unos calamares atormentado por las moscas y por las coplas rocieras.


La ciudad de Zafra en sí misma, también es estupenda. Pertenecía a los Duques de Feria y espero que esa gente horrible ya no tenga ninguna relación con todo esto. En el taxi que regreso, que es un "pirata" que trabaja solo para la fiesta y que conduce una mujer guapa y bruta, con piercing en los labios, me entero de algunas cosas más de la feria. Cuando llego al albergue, la ropa que sequé en la lavadora está toda seca, que es una de esas simples cosas que a  uno lo hacen enormemente feliz sin que tenga mucha explicación.


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