jueves, 4 de octubre de 2012

28 de septiembre. Como las del Titani (las pobre)

Te lo digo, ni de coña vuelvo yo a la península en barco. Muy cómodo, si; con sus bufés, si...todo lo que tu quieras, pero ¡vaya desespero! Como dice Javicombé...¡ni por puta! El segundo día ya no sabes que hacer, te asomas a la popa, te asomas a la proa...hasta estuve viendo el bingo de los animadores. En fin, una para saber...

Cuando fue avanzando el viernes, el mar se puso mucho mejor. Ya con Huelva a la vista, vinieron cientos de delfines a jugar con el barco. Delfines, no toninas. Las toninas yo creo que ya no existen. Antes las veíamos cada año cruzar por El Socorro y la gente hacía cábalas sobre el tiempo que iba a venir según avanzaran al norte o al sur.

El caso es que además, Huelva no está en la orillita. Está dentro de una ría, la del río Odiel y hay que navegar una media hora más ría adentro por donde está Palos de Moguer, La Rábida y todas las cosas colombinas. Como en San Sebastián de La Gomera, pero a lo bestia. Por si fuera poco, el barco tardó una eternidad en abrir las puertas, los niños lloraban y los perros (perdón, las mascotas) ladraban, que es algo típico en estos casos. Los que no tenemos niños ni perros deberíamos de llevar un pito para contribuir en estos casos al caos global.

Al bajar del barco, otro numerito. La guagua que "presuntamente" como diría Raquel Bollo, te lleva a Huelva, se tiene que parar tan solo unos minutos después de arrancada, te bajas, recoges tu maleta y pasas por un control de la Guardia Civil (por suerte, bastante benévolo). Te vuelves a subir en la guagua y vas a la estación y alli, a un taxi. A estas alturas yo tenía una jaqueca tremenda y sin pastillas para tomarme. Me fui directamente a mi cama del hotel, sin cenar y con una toalla mojada en agua fría en la frente. Lo dicho...ni de broma.

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