sábado, 6 de octubre de 2012

3 de octubre. Aracena-Cañaveral de León

La salida de Aracena es por una ermita de San Roque. En muchos sitios aquí he visto ermitas de San Sebastián y San Roque al principio de las ciudades, como en Canarias, donde estos santos protegían de las enfermedades contagiosas que podían entrar por estos puntos a las ciudades. Es completamente de noche y apenas hay nadie en la calle.

Justo a la salida de Aracena, empecé a bajar por un valle tan bonito, tan lleno de animales, huertos con toda clase de verdura y árboles frutales que me transporté. El olor a hinojos y a membrillos maduros era genial. Mi gusto por el campo, que comparto con mis tres hermanos, a pesar de ser tan distintos en otras cosas viene sin lugar a dudas de mi padre. Él, con una educación intermedia, que lo podía haber convertido en un estirado entre los de su tiempo, eligió sin embargo siempre la amistad de gente de campo. Nos crió rodeado de agricultores de los barrios de campo de Güímar: San Pedro Arriba, La Hoya, San Juan, Guaza por los que nos hizo sentir respeto y afecto. Pudiendo haber sido un tolete pretencioso como otros muchos de su época, en la que colocarte por encima de los demás, aunque fuera un milímetro, era un logro social, prefirió llenar el tiempo que su trabajo en la gestoría le dejaba, entre cabras, medianeros, viñas, papas y agua de galería. Pedía prestados machos para las cabras, intercambiaba semillas de papas, gatos hidráulicos para el mosto. Llenó nuestras cuatro cabezas de admiración por los animales y la tierra en general y de anécdotas deliciosas de un mundo que ya despareció, de cañeros, lunas, abonos, parideras, millo, viña y música. Hoy, que casi por su propia voluntad, va cerrando ventanitas hacia el mundo, desinteresándose de casi todo lo que le rodea, es cuando  vemos con claridad lo que nuestro padre ha influido en nosotros. Como jamás hizo nada que no fuera en última instancia para nosotros, sin presumir nunca de eso, sin el más mínimo afán de protagonismo, me da la impresión de que no me queda tiempo para ser agradecido en la proporción que debiera con mi padre. (Y otro día hablo de mi madre, que es la que lee el blog y sin no lo hago, se atufa. Al fin y al cabo, si disfruto en un baile, una cerveza en una cafetería o de un paseo por una ciudad desconocida, es porque lo aprendí de Carmita Llarena). Tuve yo mucha suerte con mis padres.




Saliendo del barranco maravilloso, volví por desgracia a subir colinas y colinas por asfalto. Algo más adelante, crucé el pantano de Aracena, que es enorme. Aquí me llama Leo desde el Archivo Provincial y me da sus consejos tan medievales. Me adviertió antes de salir, que no lo hiciera sin poner en orden mi hacienda y mi alma. Yo, obedeciéndola, compré pienso para la gata, puse un programador al riego del jardín y me confesé. Leo me regaló además un guía de la provincia de Huelva que completa el hueco dejado por la de El País, que es la usaré desde que llegue a Zafra. Por aquí también hay ciervos. Se cruza entonces el embalse de Aracena, que es gigantesco aunque ahora está medio vacío.

El pantano de Aracena
En un momento determinado, se deja el asfalto y se avanza por unos kilómetros entre encinas antiquísimas. Hay muchísimo ganado y de vez en cuando, algún ciervo sale pitando segundos después de yo haberlo visto. Por desgracia, me había tomado todo el agua excepto la típica "meada de gato" que suelo dejar en el fin de la botella por si me veo morir, poder persignarme. De nuevo me dió una bajona que creí que no llegaba a Cañaveral de León. En el momento en que me estaban dando hasta mareos, me apoyé a un muro de los que cierran las parcelas y mientras una cochina y sus lechones se interesaban por mi, me llamó Eugenia Campos porque le falta un caldero de los de la Cena de la Octava (y de los buenos). La situación es tan cómica que se me pasa todo y con ese empujoncito, llego al pueblo.

Cañaveral de León es chiquitísimo. No hay siquiera hostales o pensiones. A mediamañana hablé con el Ayuntamiento que amablemente cede el gimnasio a los peregrinos y donde me dieron el número del encargado de darme la llave. Eso si, antes me tomé ¡dos jarras de cerveza y dos Coca Colas! Este año, el café y leche, ni probarlo.

Cañaveral de León tiene una cosa supercuriosa. El pueblo está fundado en las inmediaciones de un naciente de agua tremendo (que sin embargo este año está seco). El mismo agua que en primer lugar abastece a las casas, continuaba para un molino de aceite y un matadero (imprescindible aqui por los cochinos). También llenaba un depósito enorme durante la noche, que por el día era usado para regar los huertos más próximos. Ese depósito, que la gente llamaba La Laguna, servía para que la población se bañara en él como en una piscina. Cuando hace algunos años se arregló todo el espacio, en lugar de suprimir La Laguna, lo que se hizo fue consolidarla y hacer, justo al ladito del Ayuntamiento, una tremenda piscina estupenda donde todo el pueblo se sigue bañando en verano. Una idea que me encantó.


Fotos antiguas de bañistas en La Laguna de Cañaveral de León

La Laguna de Cañaveral de León, al ladito del Ayuntamiento

Hoy es el día en que hace dos años murió mi padrino Niceto. Como hoy, estaba caminando, en aquella ocasión entre Logroño y Nájera. Era genial Niceto. Por no ponernos lacrimógenos pongo una anécdota de lo más nicetiana. Cuando ingresó medio demente, casi dos años antes de morirse, Gonzalo y yo fuimos al hospital y allí estaba en la camilla, que partía el alma de verlo. Señaló a un punto indeterminado delante de él y dijo: "Miren las brujas...todas en tonos de "beiges".

Cañaveral de León es tan chiquitito que una hora después me convertí en "El Peregrino". Soy la sexta persona que peregrina por aquí en este año.La cena fue deliciosa y baratísima. Aquí los platos combinados son todos o con secreto, o con presa o con pluma de ibérico. Como quiera que el gimnasio donde voy a dormir está muy apartado y al final de una calle totalmente a oscuras y algo apartado del resto del pueblo, le doy gracias a todos los santos por no ser miedoso y por no haber visto nunca ninguna de esas películas de motosierras. A pesar de dormir en el suelo, en unas colchonetas, duermo mucho mejor que los días anteriores. Me quedé yo muy agradecido de este ayuntamiento, de Javi y de Miguel.



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