lunes, 15 de octubre de 2012

6 de octubre. Zafra-Villafranca de los Barros

Desde tempranito se levantaron los ciclistas que dormían en el albergue de la Puebla de Sancho Pérez y con el ruido, yo con ellos. El albergue, que definitivamente esta estupendo, incluye desayuno.

Salgo el primero del albergue después de despedirme de Noelia, la hospitalera y de los ciclistas. Debo caminar hacia atrás como un kilómetro hasta encontrar realmente la Vía de la Plata, en el punto en que la dejé ayer para ir al albergue. Voy tan contento que voy silbando. Huele a estiércol y a tierra. La contentura se me va quitando cuando me doy cuenta de que una vez en la Vía de la Plata, ésta me lleva derechito de nuevo a la puerta del albergue. Rogando que no salgan los ciclistas en ese momento, me escabullo hacia la Puebla de Sancho Pérez, donde no hay ni un alma en la calle.

En todo este viaje, echo de menos el cafecito una vez que empiezo a caminar, que era tan fácil de encontrar en el Camino Francés y aquí, por lo visto, totalmente imposible. En cosa de una hora, estoy en Zafra, a donde vine ayer en taxi a la Feria de Ganadería. Después de unas vueltas de despiste por la ciudad, encuentro el camino correcto, que sale de la ciudad por una antigua torre, la de San Francisco, que es el último resto de un enorme convento que hubo en la zona. El camino sube por unos chalecitos con el típico repertorio de atrabancos de mal gusto como enanos, aguilas con las alas abiertas y burritos que en la albarda llevan macetas. Se sube por aqui a una pequeña sierra que se cruza sin problemas y llego al pueblo con el nombre más extravagante del viaje: Los Santos de Maimona. ¡A saber de dónde salió el topónimo!

En Los Santos encuentro por fin café en un bar estupendo. Un camarero con cara de baifo, de esos camareros espídicos que son imposibles de localizar en Canarias, que te preguntan lo que quieres cuando aún estás entrando, me hace un bocadillo de lomo-lomo...o sea, no de lomo adobado, sino lomo de la carnicería. Me cuenta el chico de la crisis y dice que se va a hacer una casa en el corralón de la casa de su madre. Me suena la historia. Saliendo de Los Santos, una vespa no arranca y en una radio suena Delilah de Tom Jones. Todo tiene un aire relajado como El Socorro un sábado por la mañana tempranito. Aquí, ya la gente te empieza a avisar si te equivocas de dirección como ocurría en el Camino Francés. En el camino, se ven menos dehesas y comienzan a aparecer muchas viñas. También hay menos ganado en estos días.

Después de unos quince kilómetros más, llego a Villafranca de los Barros. Villafranca tiene muchos inmigrantes y dos albergues de los que escojo uno al azar. El albergue es una casa normal con literas, pero muy cómoda y donde uno se encuentra como en su casa. Hay dos peregrinos más: Pete, que tiene sesenta y siete años y es un experto en los distintos caminos que van a Santiago (los ha hecho casi todos junto a su mujer y algunos, varias veces) y Jean Pierre, que viene caminando desde ¡Bélgica! Empezó a caminar en el mes de mayo, cruzó Francia y llegó por el Camino Francés hasta Astorga. Ahí empezó a bajar y piensa llegar, en sentido contrario al nuestro, hasta Gibraltar. Para gustos, colores. Pierre es un caballero, pero se tira peos sin aviso previo como la cosa más natural del mundo.



Después de una cena con Pierre, que es holandés y no habla ni una palabra de español (y yo con mi inglés basura) me voy a la cama porque estoy fundido.

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