jueves, 4 de octubre de 2012

29 de septiembre. Huelva-Trigueros

Era de noche aún y yo ya estaba muerto de hambre en la cama del hotel de Huelva. Me vestí y salí a la calle desesperado. Sorpresa: está lloviendo. Después del panegírico de la lluvia, cualquiera dice que no me gusta. El caso es que para caminar por el campo, es un desastre. Compruebo con alivio que el Ayuntamiento de Huelva, como tantos otros, ha puesto por todo el casco de la ciudad un pavimento que resbala montones.
La catedral de Huelva (cerrada a piedra y barro)
Después de mi primer desayuno con jamón (pelín caro, la verdad) me pongo a buscar algún cura aburrido que me selle la credencial. Imposible. Hasta la catedral está cerrada y yo tengo como apuro por irme al campo. Dejo lo de la credencial y me pongo en marcha. Como siempre me pasa los primeros días al salir de Güímar voy saludando gente confundiéndola con los habituales. Abané con la mano a Rosi la hermana de Soraya la de El Escobonal, le hice un gesto a Pedro Alberto que pasó con su coche y así un ratito.
Un paseo de tipuanas, en Huelva
El acento de la gente, ya sé que es un tópico, es encantador. Si yo me quedara aquí una semana volvía andaluz perdido. Además, todo lo que dicen da risa, los ejemplos, las comparaciones...Recorro mil urbanizaciones y barriadas para encontrar la salida de la ciudad, algo que suele suceder en los sitios medio grandes y al fin llego al cementerio que está en las timbambas. Con sorpresa, veo que hay una primera señal del Camino de Santiago, con su concha y todo. Con esa misma alegría, no tardo cinco minutos en perderme por primera vez. Yo, palante. A los diez minutos, el vaquero me está incordiando y tal y como había previsto, me cambio "open air" por mis lycras de ciclista, que la verdad es una cosa fea de ver, pero para mi son como las botas de siete leguas. Tardé más de tres cuartos de hora en ver que el camino no era el correcto. El campo, mojado, olía de maravilla, a hierba seca. Total, que ya no tuve más remedio que dar un pequeño rodeo (de más de diez kilómetros) para ir por Gibraleón que está lejos, pero lejos, lejos de Trigueros, que era mi primera parada.

Todo el campo está lleno de caballos, la mayoría de ellos buenísimos. También hay burros y mulos, pero menos. No puedo menos que acordarme, claro, de nuestra yegüita Nadir, que está enterrada hace quince días y que tantas alegrías nos dió. Los que no han tenido estos animales, no lo entienden, pero ver morir a un caballo hace muuucho daño.


Hoy es el día de San Miguel y en mi cabeza está todo el tiempo mi sobrino Miguelucho. Él dice que va a ir al Camino de Santiago conmigo cuando sea grande, con una convicción que no da lugar a dudas. Me encantaría que eso fuera verdad algún día, por supuesto. Miguel es terrible para los animales y las plantas. Tiene una curiosidad que asombra por todo eso.

Reventado como una pita y jarto de cortijos llegué a Trigueros. Es un pueblo muy bonito. Tiene una buena iglesia, dedicada a San Antonio Abad, ese santo que me provoca un escalofrío cada vez que se nombra. Encontré un hostal precioso, no demasiado caro y que incluía desayuno. Ducha y a misa (jeje). El cura, genial. Para interpretar una cosa que dijo el evangelista Marcos "si tu mano te hace pecar, cortátela" dijo "si tu marido te molesta, lárgalo". A mi me encantó la interpretación. No aplaudí porque me daba vergüenza y ya la gente me había mirado porque iba en chanclas.
La iglesia de San Antonio Abad de Trigueros
Un antiguo convento en Trigueros. Una palmera muerta por el picudo
Al salir de misa, todo el beaterío se dio a la CruzCampo en la plaza de enfrente (yo también). Probé no se sabe las tapas mientras mandaba fotos de ellas. Enfrente de la plaza, otras viejas se tomaban un agua guisada en una mesa camilla instalada en un almacén. Detrás de la cabeza tenían las escobillas de water, pero la atalaya era estupenda para no perder detalle de la plaza. Dos niños jugaban a los toros con un capote de juguete muy bonito.

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