martes, 30 de abril de 2013

15 de octubre. Oliva de Plasencia-Hervás (¿30 km.?)

Solo poner los pies en el suelo en el albergue de Oliva de Plasencia me hizo ver las estrellas. A duras penas, vuelvo a ducharme solo para espabilar un poco y bajo al desayuno que Mónica nos ha preparado. Ella también trabaja en una tienda del pueblo y no viene por la mañana. Voy tan lento por el dolor de los pies que todos los peregrinos se lanzan al camino mucho antes que yo. Para joderla más, ya iba casi dejando las casitas de Oliva de Plasencia atrás cuando me di cuenta de que no llevaba conmigo el teléfono. Vuelta a Oliva, vuelta al albergue para anotar el número de telefono que aparece en la puerta y llamar desde una cabina a Mónica, que me deja la llave y me permite recoger el telefonito. El pequeño laberinto para hacer esta operación me hace ver las estrellas. A pasos de geisha, voy dejando atrás Oliva, pero solo puedo caminar unos doscientos metros. Los "rayos" que salen de la planta del pie me llegan hasta la cabeza. Acabo convencido de que es imposible caminar hoy. Casi deprimido, me siento en una piedra al frío de la mañana, que me obliga a vestirme aunque por otra parte me descalzo. La verdad es que la vista de la planta de los pies impresiona un poco. Decido llamar a la pobre Mónica que me dice que como está trabajando, no me puede ayudar. Lógico. Me da el número de Carlos, que es el alberguero de Hervás, el lugar a donde debo llegar esta noche. Carlos es absolutamente encantador, pero a esta primera hora de la mañana, está recogiendo el albergue de Hervás y tampoco me puede venir, pero me habla de un taxista que me lleva a Hervás por cuarenta euros. Poco no es.

El principal problema es que me recomienda Carlos que avance hasta Cáparra y alli espere al taxi. Él piensa ( y yo también lo pienso) que no debo de dejar de ver Cáparra. Sería algo asi como no cruzar Mérida si uno hace la Vía de la Plata. A pasito a pasito, más impulsado por quitarme el frío de la mañana en la dehesa que por las ganas de hacerlo, voy caminando en dirección a Cáparra. Hay fincas maravillosas de ganado bravío, que se ve imponente bajo las encinas. No hay ningún peligro porque en este caso, todas las fincas están valladas perfectamente. En las granjas de reses bravas todo está muy cuidado, los bebederos y comederos son una virguería y las cercas y valles están en un estado impecable. Solo viéndolos, toros y vacas tienen otro aspecto, más nervioso y vivo que el ganado de leche o carne. Como anoche me dijo Mónica que en esta zona hay galápagos, por exótico que parezca, voy mirando en todas las charcas que están hechas para beber los animales porque al parecer ahora, que aún no han comenzado las lluvias, es muy facil ver a las tortuguitas en el poco agua que queda en el fondo.

Los pies se van insensibilizando y cuando me voy a dar cuenta, estoy en el centro de visitantes de Cáparra. Yo jamás había oido hablar de este sitio antes de preparar este viaje. La ciudad de Cáparra fue fundada por los romanos y otra escala, fue una parada importante como Mérida. Como todas las cosas que fundaban estos tíos, era una ciudad racional, bien pensada y con todos los elementos para que la gente viviera de lujo: termas, baños públicos, calles pavimentadas, templos y todo eso. A la caída del imperio, Cáparra entro en decadencia y desapareció como ciudad. Solo sobrevivió de ella un enorme arco de cuatro pies a cuyo alrededor, progresivamente se ha ido desenterrando toda la ciudad romana. De hecho, hoy en día, el arco de cuatro pies de Cáparra es el emblema de la Vía de la Plata. El centro de visitantes de Cáparra está bastante bien y además...¡está abierto para mi solo! Solo veo la exposición, solo veo el vídeo explicativo y solo recorro las preciosas ruinas de la ciudad solitaria. Un hombre está cogiendo aceitunas en unos olivos que crecen sobre esta ciudad, que debió ser un hormiguero de personas a esta misma hora, hace dos mil años.

Salgo de Cáparra ya decidido a no llamar al taxi y llegar a pie a Hervás si hace falta. Esta mañana pensé seriamente en la posibilidad de no llegar a Santiago de Compostela si los pies siguen empeorando de esta manera. Una posibilidad seria llegar solo hasta la ciudad de Astorga, donde ya estuve hace dos años al seguir el Camino Francés y desde alli, ir en tren a Galicia, ahorrándome ese camino que después de todo, ya conozco. El caso es que hoy sigo caminando con esa absurda, pero cómoda opción que es ir en chanclas con calcetines.Desde luego, es espantoso de ver, pero camino mejor que con los famosos tenis blancos.

El camino a continuación de Cáparra es prácticamente una línea recta. A medida que avanzo hacia el norte, las dos cordilleras que flanquean la ruta de hoy, a derecha e izquierda se van acercando progresivamente hasta que me da la impresión de que avanzo casi por el centro de un valle. Al frente se ven fenomenales los picos de la Sierra de Gredos. Busco Hervás por todos lados, pero todavía no lo veo. Realmente mi parada de esta noche, la ciudad de Hervás tampoco está en la Vía de la Plata, pero nos lo han recomendado a pesar del desvío que hay que hacer por la calidad de su albergue y porque el de Aldeanueva del Camino, que si está en la Vía, tiene chinches. Hay muchas chinches en algunos pocos albergues a pesar de que yo jamás los he tenido. Al holandés lo hicieron un cristo en la pensión de Cañaveral. En esta zona, como en otras muchas de la Vía de la Plata y el Camino Francés, se da la circunstancia de que coinciden las antiguas vías romanas, medievales e incluso las prehistóricas vetonas, con las carreteras modernas. Realmente estoy saliendo de Extremadura para entrar en Castilla y la "subida" a la meseta, solo puede hacerse por este punto por lo que, desde los pastores trashumantes del neolítico hasta los gigantescos y modernos camiones de la actualidad, han de pasar por el fondo de este valle de Ambroz.

Mucho antes de llegar a Aldeanueva, me pierdo como un pulpo. La Vía está interrumpida muchas veces por carreteras modernas y es fácil extraviarse. Acabo tirando por la autopista durante más de diez kilómetros, espantado con los gigantescos camiones que suben como tiros hacia Castilla. Muchos de ellos son camiones de transporte de ganado, con varios pisos de ovejas o cochinos que van al matadero o a buscar zonas con buenos pastos. Por fin, tras los diez kilómetros llego al cruce de Aldeanueva y comienzo a desviarme para subir a Hervás. El camino se ha transformado a lo largo del día, cada vez hay más árboles frutales, más humedad y ahora, en la carretera de Hervás, preciosas casas con jardín.

Hervás no puede ser más sorprendente. Jamás había oído hablar de esta ciudad y sin embargo, es preciosa. Tiene unos hermosos parques, buenas tiendas especialmente de muebles y un barrio judío alucinante. Está en medio de un bosque frondoso que es otra sorpresa en el día de hoy. Después de días caminado en un ambiente rural, de agricultores y pastores, me encuentro en esta pequeña ciudad con un aire parecido a La Laguna, de parejas paseando, gente haciendo deporte, tiendas y cafeterías. El albergue de peregrinos de Hervás es efectivamente una maravilla. Está construído en la antigua estación de tren, eliminando sus parejas exteriores y sustituyendolas por cristal. Tiene un premio su diseño. Es tan confortable que me dan ganas de llorar. Carlos, el hospitalero me recibe muy amable y asombrado de que después de haberle pedido que me fuera a buscar a Oliva, haya llegado a pie a Hervás. El ambiente es de lo más familiar y aqui me vuelvo a encontrar a los peregrinos con los que estuve anoche en Oliva, Vito y Manolo incluidos. Salgo a comprar provisiones, pero pierdo el tiempo callejeando por la judería que de verdad, es impresionante. No dejo de pensar en que tengo que volver a esta maravillosa ciudad alguna vez. Embobecido con plazas, iglesias y calles minúsculas, por poco se me hace la hora y no encuentro un supermercado abierto para comprar algo para mañana. Todos en el super hablan de la serie "Isabel" que tiene al goderío alucinado. Por cierto, aqui todos hablan ya un castellano impecable. Tras nuestra cena en un restaurante estupendo con, nuevamente, carne extraordinaria, caigo como un saco en mi cama ¡en una habitación individual!. Carlos, que es un encanto, me reservó la única habitación individual, con baño propio y todas las comodides, creyendo que necesitaría descansar varios días en Hervás. No se que ocurrirá a partir de ahora, peropor lo menos hoy, con mis cholas y mis calcetines, uno de cada color, llegué a la meta. ¡Viva Hervás! 





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