martes, 9 de abril de 2013

10 de Octubre: Alcuéscar-Valdesalor (26,5 km.)

10 de Octubre: Alcuéscar-Valdesalor.

Me levanto prácticamente de noche. Tengo que buscar un cajero automático antes de lanzarme de nuevo al camino. Si hace dos años, en el Camino Francés, el problema fue mi pérdida de documentación, tarejetas y casi todo, en este lo dificil está siendo encontrar oficinas de bancos en estos lugares tan pequeños. Sin embargo, Alcuéscar si que tiene. Está en lo alto de la ciudad, trepando por unas callejas estrechitas que acaban en el castillo. El pueblo está como resacado de la fiesta. Toda la calle está tan absolutamente llena de basuras, de envoltorios de golosinas, de latas de refrescos, etc, como lo podría estar cualquiera de los nuestros al día siguiente de una noche de verbena. Inevitablemente me quedo pensando en si el Concejal de Fiestas de Alcuéscar pidió la limpieza especial para la mañana de hoy.

Los del bar, que han sido muy amables al dejarme dejar mi mochila en el mismo, todo el rato que busqué el banco, me sirven un café y leche absolutamente hirviendo y me lanzo al camino. La jornada de hoy, que acabará en Valdesalor es prácticamente toda en cuesta abajo. Toda la salida de Alcuéscar, entre campos y granjas está envuelta en una niebla que va saliendo poco a poco de la tierra mojada.

La primera estación del día será Casas de Don Antonio. Nadie está seguro si el origen de Casas de Don Antonio es también una mansio romana. Una de esos edificios donde los caminantes de la Vía de la Plata reponían fuerzas casa veintitantos kilómetros, podían cambiar de caballerías y todo eso. Ahora mismo, Casas de Don Antonio es un pueblo chiquitito casi sin servicios. A su salida me senté bajo un árbol que no conseguí identificar con unas infrutescencias rarísimas y que está plantado en un parque donde hay una  muy bonita aunque demasiado repintada. Huele a cochinos un montón, Casas de Don Antonio.

Al salir del pueblo, avanzando un poco si que me encontré de nuevo un miliario espectacular. Este se llama el Miliario del Correo porque con los siglos, se le practicó un hueco en la piedra donde se depositaban las cartas para los vecinos. Todo el tiempo, la carretera nacional con su estruendo va a mi derecha. Por momentos, viajo con Pete o solo.

A unos quince kilómetros sin café, ni bocadillo, ni cerveza ni nada llego, desmayado a Aldea del Cano. Es un pueblo pequeño que tiene una extraña particularidad. Los de aqui, todos los años se traen una encina de los alrededores que haya muerto por un rayo o algo asi, pero no una encina cualquiera....la que tienen ahora es descomunal y cuesta creer que se trate de un árbol real. Allí la tienen muchos meses entre el quince de agosto, que es la fiesta de la Virgen y la tienen hasta la Nochebuena, cuando le dan fuego. A la encina se le llama "El Tuero" y me explicó todo el rollo un trabajador del Ayuntamiento muy amable.

Por fin en Aldea del Cano encuentro donde comer. Lo que tiene la peninsula es eso. Te matas para encontrarlo, pero luego es una virguería. Bocadillo de lomo de ibérico con pimientos. Todos los parroquianos del bar juegan a las cartas mirándome de reojo. Estoy negro como un tizo después de quince días caminando.

Casi todo el siguiente tramo lo hice cotorreando por teléfono. Crucé un aerodormo con sus avionetas y todo, medio acojonado, mientras hablaba con mi comadre. No es extravagancia, es que la Vía de la Plata cruza el aerodromo. A lo lejos, se va viendo Valdesalor, que como todos los fines de etapa, se resiste y se resiste. Valdesalor es un lugar rarísimo, al menos para un canario. El pueblo se creó durante el franquismo partiendo de la nada. Todoe n él es nuevo y armónico. Muchos pueblos como este se crearon en el Plan Badajoz para intentar solucionar el problema de absoluta miseria de estas comarcas. Plantaban tabaco, maíz y algodón, las cosas que su tierra permitía en regadíos de nueva creación, pero al integrarnos en la Unión Europea, como otras tantas agriculturas protegidas, todo esto desapareció.



El albergue de Valdesalor está sin abrir y las instalaciones municipales son malas. Me quedó en un piso que alquila una señora, habitación por habitación para estos menesteres. Está limpísimo y tiene cocina y lavadero. Yo comodos veces en una especie de merendero a la salida del pueblo un poco estilo américa. La chica que lo atiende es encantadora. Me da tiempo de vagabundear por los alrededores y ver un puente antiguo, una caseta de observación de aves migratorias y la plaza del Ayuntamiento, que parece las que nos dibujaban en los libros de texto del franquismo, precisamente. Casi no me duermo en Valdesalor, pero no por el ruido (aunque se oyen vacas a lo lejos todo el tiempo) sino porque bajo mi ventana hay una tertulia de doñas que me hace reir a carcajadas en mi cama. Lo mismo te hablan de las famosas, que del tiempo, que del ganado. Hay una que es la bomba, es la reina de la tertulia.

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